27 septiembre 2007

el soro. para todo, suerte

La noticia la sabíamos quienes estamos cerca de Vicente. Sabemos que es su ilusión, su gran sueño: cómo es aquello, vivir sin torear no es vivir; Vicente lo sabe, 25 años de alternativa, lleva más de trece años sufriéndolo, por eso cada vez que se le ha encendido una luz se ha ido como loco a por ella. Ahora anda por la huerta para ir cogiendo fondo porque allá ve una luz. La que se le apagó en 1994 tras el triunfo en Valencia el día de San José, los seis toros de Benidorm con aquel llamado “Matajacas” de Victorino, un festival en Valencia y otro en Segorbe. Luego vendría la nada. Digamos que el torero abandonó al hombre a su (mala)suerte en el quinario de los quirófanos primero, y en la propia vida después.

Vicente Ruiz “El Soro”, que no había sido ningún artista, nada más que un torero honrado, valiente, variado de capa y grandioso banderillero, armó la revolución en una Valencia taurina que andaba adormecida allá en los primeros años de la década de los ochenta y en muy poco tiempo se convirtió en auténtico ídolo de un pueblo, Foios, de una comarca, la de l’Horta, y de Valencia.

Forma parte de la historia desde aquel infausto 26 de septiembre de 1984 y por muchos más motivos de la memoria de muchos aficionados. Si repaso las primeras notas de las corridas a las que iba, cuando tenía no más de 12 años, en todas aparece el nombre de El Soro en aquellos carteles. Nunca me cansaré de repetirla la anécdota cuando un buen aficionado me dijo: “Yo he aprendido a ver toros en Madrid”. Tras pensarlo unos segundos, le contesté: “Pues yo he aprendido a ver toros en Valencia y viendo a El Soro”. Porque la verdad es que el sorismo arrastraba a la gent de l’Horta, de donde soy, de donde es mi padre que es quien me llevaba a los toros entonces.

Ya retirado, mucho tiempo después de su prematura retirada tuve la ocasión de conocer a Vicente, no en su mejor época y las veces que me lo he encontrado he acabado sentado a su lado, hablando de toros. La última vez fue el pasado mes de agosto, en su pueblo.

- És això veritat? –le pregunté.

- Sí, aixó m’han dit.

Uno no puede evitar torcer el gesto y preocuparse. Porque no es necesario. En cambio, otra vez Vicente está enormemente ilusionado, porque ve la luz. El hombre sueña de nuevo con encontrarse con el torero, y falta le hace. Es una nueva moneda al aire y el único que lo ve claro, junto al cirujano, es Vicente, que ahí ve de nuevo a El Soro. Pero un nuevo revés, que no sería nada descabellado, habría que saber encajarlo y no venirse abajo. Para todo, suerte.

* * *

Fragmentos de la crónica de Joaquín Vidal de la tarde del 19 de marzo de 1994, la última tarde de Vicente Ruiz “El Soro” vestido de luces -tabaco y oro- en Valencia.

“Largas cambiadas de rodillas, chicuelinas, verónicas de alhelí y de ajoarriero, revoleras, medias verónicas dio El Soro al quinto toro, el solito por el centro del redondel, y fue como un terremoto. Como un terremoto fue la que se armó, el público puesto en pie, gritos de "¡torero, torero!". Nuevas orejas barruntaba el público valenciano en tarde de jolgorio y de albricias, que venía orejera desde que empezó.¿Cómo desde que empezó? Desde que se anunció, venía orejera la tarde. En esta plaza, la más triunfalista del mundo, las figuras merecen orejas por el mero hecho de serlo y, si son valencianas, hay que darlas doble ración (…)

La gente, que abarrotaba la plaza e incluso llenaba las terrazas de los edificios próximos al coso, iba para la cremà de la noche, venía de la mascletà del mediodía -pasando por la paella- y lo único que quería ver allá era fiesta fallera.

Y tuvo fiesta fallera. Se la dio El Soro con emocionante entrega, hasta colmarlo de felicidad. El Soro es el único torero verdaderamente integrado en la valencianía, la conoce y la siente, y de ahí le sale ese toreo vibrante y barroco que podría ser exhibido con éxito en la plantà, para pasmo de propios y extraños. Un toreo meritísimo, por otra parte, pues largas cambiadas de rodillas a porta gayola no sujeta la violenta embestida de un toro en los mismísimos medios ciñéndole chicuelinas y verónicas.

El Soro era un vendaval, que entró a los quites por navarras y por faroles, y con las banderillas -pares corriendo atrás, de dentro a fuera, del molinillo- se convirtió en un huracán. Muleta en mano no dio dos a derechas, esa es la verdad, pero mantuvo el tipo pegando giraldillas y descarándose con el toro a cuerpo limpio. "¡Torero, torero!", le aclamaban..."

PD: Perdón por tan largo post, pero es que me ha salido así.

1 comentario:

Anónimo dijo...

patirem molt, pero si el Soro reapareix, alli estarem.
com sempre, ole torero!!