Antonio Soria "Leño", en su penúltima actuación el pasado 7 de octubre.
La vida que cierra una etapa era la de Antonio Soria “El Leño”, el tercero de Valencia podríamos decir. Veterano y curtido en mil tardes. Fue tercero de toda la torería valenciana. Cerró una etapa en octubre, el día
Ceremonia del corte de coleta.
El pueblo que se reivindicaba era el valenciano y lo hacía sin el consenso que nunca habrá: minoritarios unos, los otros más todavía (menos mal). Con los sueños muy en el aire, no como los de Guillermo Descals que los apretó bien fuerte.
De Genovés, en la treintena, clareando ideas, la afición acabó por poderle. Lo intentó hace años, siete u ocho. Se conformó una buena temporada poniendo escayola, luego volvió pensarlo, y a soñarlo, hasta que fue de verdad, rodeado de sus amigos, como ese gran tercero que es Domingo Navarro. Los nervios propios, el compromiso de no defraudar, de no defraudarse a sí mismo, de hacer real el sueño, de estar a la altura. Fue en el segundo, cuando se arrancó. Firme, vertical y templado, se le vio sentir cuando ligó en un par de series el tercero en redondo, se iba con el pecho, encajaba los riñones. La vida, la espada, el trance supremo, ahí no. Eso, la vida.
Guillermo Descals, en redondo, tomaba cuerpo su faena. Y el epílogo.
Domingo Navarro banderilleó solo al primero del lote de Descals.
La misma, aunque sea otra, que todavía en los primeros pasos ya ha superado algún que otro obstáculo, y por eso tal vez, vida en ciernes, quiera ser también obstáculo, de esos que arrolla. Él, Sergio Ferrer, a porta gayola, prendido, cierra los ojos y se vuelve a levantar. Le queda todavía qué andar y por soñar. Mucho más que al banderillero Javier Morera, que avisado volvió a asomoarse al balcón intuyendo que el resultado bien podría haber sido el que fue: una tremenda voltereta. La novillada, que sólo lidio dos ejemplares de Flores Albarrán, tuvo casta y nobleza por los remiendo, cuatro, de Hermanos Torres Gallego. Abría cartel Eugenio Pérez, que pese a demostrar oficio, se dejó ir dos buenas oportunidades.
Miel la que saboreaba Juan Bautistas de la belleza de Madrid. Toreo e inspiración, regusto, no compuso de nuevo en Valencia. Plegando trastos, con todos los objetivos cumplidos, el compromiso en Valencia será en mejores fechas, mientras la dejó sin miel. Con ciertas disculpas, porque los de José Luis Pereda valieron más bien poco, y sólo el primero tuvo voluntad de romper adelante y seguir la tela que ofrecía un Fundi hecho un torerazo.
La vida, en plural mejor: las vidas, además paisanas, dieron calor a Víctor Manuel Blázquez. Bien lo sabe, suyo fue el animal más movido en el día de Sant Donís, y lo que se le valoró con generosidad fue la entrega de principio a fin en el quinto, no las calidades, temples y firmezas, porque no hubo muchos. Sí calor, calor del bueno, del que derrite cualquier oreja y antes a un presidente.
Quien volvió a la plaza tras ausencia voluntaria ya sabe bien quién es. Bienvenido, aunque las tardes del regreso hayan sido al revés, las buenas llegarán de tanto en tanto.
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