13 de marzo de 2008. Toros de Núñez de Cuvillo para Vicente Barrera, José Tomás y Tomás Sánchez.
Nada tiene importancia si no hay toro reza la bandera que levantan los aficionados desde su trinchera. Me la imaginaba ondeando de estrangis junto a las que coronan la Plaza de Toros de Valencia. Porque me hubiese gustado, a mi y a cualquiera, que la expectación de la tarde encontrase adecuada respuesta en la corrida de Núñez del Cuvillo. Porque otra vez nos vimos en las mismas, nos quedamos a medias y faltó toro, el toro. ¿Lo que hubo? Medio toro.
De tan agradable que era la corrida, al conjunto le faltó trapío. De tan justa que fue de fuerza, había que cogerla con alfileres. De tan noble, le faltó casta, cómo no. De tan fácil que parecía, bueno, complicó las cosas más de la cuenta. Y de tanta expectación que había, con estos mimbres, lo que pasa, que no hubo triunfo rotundo ni emoción auténtica.
Claro, que José Tomás, gran protagonista de la tarde, hizo por poner de su parte el resto y más, pero en su esfuerzo daba la impresión de pasarse de rosca. Por supuesto que el público se lo agradeció. Porque un torero tal vez no puede quedarse más quieto, torear con mayor pureza o al menos intentarlo y pasarse al toro más cerca. Pero qué toro.
Con su primero hizo delirar por momentos los tendidos. De primeras ya su actitud, chocó. Tras andarle para atrás al toro levantado para fijarlo, se plantó y le intentó dar una chicuelina. El riesgo evidente, y el desarme. Volvió y hubo un ramillete y luego salieron los montados a cumplir el expediente del simulacro. El toro, lo había cantado ya su matador, desde su salida por toriles estaba para recrearse.
Más allá de las rayas citó por estatuarios, el tercero lamiendo las lentejuelas, y por lo que en este torero es norma, citó al natural. Apreturas, la misma flojedad, la propia condición del toro y que se vencía y echaba la cara arriba, un desarme saliendo perseguido por el toro, lo solventó con pasamosa frialdad corriendo hacia atrás tratando de agarrar los pitones. Y a partir de entonces la faena la hizo con la diestra. Asentado, quieta la planta, por ahí sí, seguía los vuelos el toro. Una serie fue una auténtica cumbre, toda ella. En un palmo de terreno el torero y perfectamente encajado, ligada toda, templada, la embestida sujetada y sostenida en esa eternidad que logra el toreo: la plaza deliraba. Hubo más, y a pies juntos, ofreciendo la muleta justa. Luego toreo por bajo, tricherazos. Valencia disfrutaba como pocas veces, oye es que había ganas, aunque todo podía haber sido más, mucho más. Mató tras pinchazo y cortó una oreja.
El quinto acabó por pararse en el boca de riego -los terrenos del bravo, de los que el manso huye y el descastado, pues se queda como toro de cartón piedra-, y tal vez ahí erró el torero, que optó por arrimarse en la misma boca de riego, cruzarse al pitón contrario y enseñando media muleta tirar con temple una y otra vez. José Tomás se inventaba la faena a un medio toro y había puesto la plaza en pie, y eso con semejante material, es verdad, está alcance de muy pocos. La estocada arriba pero atravesada hizo guardia. El toro se echó y el tercero erró con la puntilla, el toro lo levantó por el muslo cuando pocos le echaban cuentas y el triunfó se esfumó.
De los del Cuvillo, el lote se lo llevó Barrera, que vio como a su primero lo echaban para atrás. Salimos ganando dentro de lo que cabe, el sobrero tuvo buen fondo y mal que bien, se mantuvo en pie. Pero Barrera no arrancó con el mejor ánimo, le faltó compromiso. Era un toro dulzón, de esos que reclama la torería de postín o eso parecía. Le costó también hacerse con el cuarto, un bonito entrepelado o burraco (sardo en la ficha) que fue a más y así le obligó al torero. Barrera fue comprometiéndose en terrenos de sol y descubrió embestida bonancible tanto por el derecho como por el izquierdo. Concluyó con el efectismo de unas roblesinas bien ligadas y mató de espadazo del que salió perseguido en el último aliento del toro. Se le pidió una oreja, concedida, y los menos solicitaron la segunda, pero ya estaba bien.
Tomás Sánchez toreó por primera vez con la plaza de toros de Valencia hasta arriba, era el mejor día para reivindicarse, pero el suyo fue el peor lote. Protestón el primero y escaso de trapío -no superaba los 500-, Tomás Sánchez cumplió buscándole las vueltas aguantando su corta embestida y haciendo todo lo posible. En redondo y al natural, a media altura y por abajo, en la distancia o en la cercanía, al hilo o cruzado. Mató bien y dio la vuelta al ruedo. El sexto, como el festejo, se vino irremediablemente a menos y su matador no estuvo todo lo fino que debía. Éste lo había brindado el de Rocafort a Mariano Rajoy, que había venido a visitar a los responsables del granero de votos que tiene en la Comunitat Valenciana, y claro, provocó una evitable y pequeña división, porque ya se sabe, las encuestas nunca acierta del todo.
4 comentarios:
De lo que he visto en TV de Tomás, parecía que el toro no estaba mal presentado, y de pitones sin tocar (aparentemente)pero claro, si luego era sólo una ruina...
Debía ser la serie esa con la derecha que comentas...
Buena crónica, algo de lo que cuentas se puede ver en el video.
Esa es la diferencia de este torero y los demás,
que el toro sale lo mismo para todos, el hace el toreo y los demás no.
VEC
Esta noche colgaré el video, de más de 10 minutos. Que ahora nos vamos a ver qué pasa con la de montalvo, que tiene un buen precedente en su última tarde en valencia, para pepín liria, juan bautista y matías tejela.
un saludo.
Publicar un comentario