14 de marzo de 2008. Toros de Montalvo para Pepín Liria, Juan Bautista y Matías Tejela.
Es la de Montalvo la mejor de las corridas que hasta ahora se llevan lidiadas en estas Fallas. Sin ser la mejor presentada, que eso no quita que los tres primeros hayan parecido tremendamente serios de pechos y expresión y alguno haya quedado terciado dentro del lote de seis, lo cierto es que quien más quien menos, ha sacado casta. Y cuando no, bravura, como es el caso del cuarto, de nombre 'Plañidero' número 59 y nacido en enero de 2004 y 510 kilos mesurados de peso.
El tío ha sido una moto embistiendo y del igual forma le han dado fiesta. La cosa era como una carrera. Hay dos opciones o le templas, paras y madas a un toro, o te peleas con él a su ritmo, con todas tus armas, de tú a tú y de verdad. La segunda es la opción por la que por obligación ha preferido elegir de siempre el bueno de Pepín Liria. Del que... qué se va decir. Tiene su fórmula: la fórmula de Pepín.
Cuando rompió el paseíllo, en su honor se cerró una ovación que cuajó, no como la de la víspera dedicada a José Tomás que se perdió entre los tendidos y que algunos pensaron que iba dedicada a Mariano Rajoy. Estás que sí, ahora saboreando la derrota del 9 marzo, como para ovaciones.
Pepín se lanzó en ese magnífico cuarto, le dio una larga, y se enroló en un torbellino de lances a la verónica y de todas las marcas. Y se echó de rodillas en el platillo para torear de primeras en redondo, y de pie en los tercios de sol, por aquí y por allá. Lo de Pepín Liria, en la temporada de su despedida, con una intachable hoja de servicios y de cornadas en sus muslos, si uno hubiera tenido oportunidad de recitarlo se lo hubiese dedicado a los críos de la Escuela de Tauromaquia que unos asientos más allá miraban como si aquello no fuese con ellos. Pobres engañados. Pepín mató a la segunda y el triunfo redondo se le fue, pero no el reconocimiento de una plaza de la que como torero se ganó todos los respetos.
El primero bien presentado, largo, hondo y serio, fue encastado aunque la suya no fuera la mejor de las embestidas. Sí que respondió una y otra vez a cada uno de los estímulos que se le presentaron. Los trazos no siempre fueron limpios, pero la emoción se dejó palpar y el toro llegó a la muerte con la boca cerranda, síntoma de que había todavía más fuelle.
El segundo, aunque en un tono menor en su presentación, fue igualmente serio. Alegre en su salida, Juan Bautista toreó rodillas en tierra a la verónica, también de pie y por chicuelinas. Tenía entonces algría el toro en su galope, pero en banderillas el cambio brusco y los banderilleros se vieron en un aprieto para llevar la brega con limpieza y parear con normalidad cuando atacaron por el izquierdo sobre todo.
Con la muleta Juan Bautista alcanzó las cotas más altas en la tercera serie en redondo, por reunida y ligada. Por el izquierdo no tuvo ni medio, ya lo había cantado y el francés optó por la muerte.
El quinto, castaño, fue otro de los reseñables, el segundo mejor de la feria -hasta ahora- tal vez tras el cuarto que le precedió. El quinto en cuestión, 'Mediocaño', manseó en los primeros tercios, pero pasó el segundo tercio moviéndose bien y con un ligero gazapeo. Juan Bautista tuvo la idea buena, pero en la práctica siempre llevó un velocidad mayor que no fue capaz de corregir. Qué decir, que si lo huiese hecho, se hablaría de un triunfo redondo e incontestable.
Matías Tejela podría culpar de su actuación, por igual, pero por este orden, a sus misma persona y también a su cuadrilla, que pegó sendos sainetes en los tercios de banderillas que sólo están a la altura de los del montón. Aún así el tercero explicó en sus primeras embestidas que sabía hacer el avión por el derecho y que cuando la muleta se le presentaba de la forma natural, más o menos también, aunque con mayores dificulades. Así, a Tejela esta vez no le salió limpio. El animal acabó por tocar fondo y pedir la muerte.
El chorreado sexto fue otro tío. Tejela le echó la pata adelante para hacer la verónica y se lo llevó una a una hasta los medios, donde dejó una media. Luego vendría otro sainete de la cuadrila en el segundo tercio, y por menos cualquiera los dejaba sin cenar. Ya luego, el toro se vendría descaradamente a menos, como aburrido.
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