La corrida ha sido fiera e indómita. Brava o mansa, los toros se han prestado rebosantes de poder a la lidia, a la lucha.
Dignidad y mucho más en Rafaelillo, Iván Vicente y, sobre todo en Javier Valverde. Los tres merecieron mucho más respeto por su entrega. Que ya nos lo olíamos, qué pintaban estos tres con una del Marqués de ¿Domecq? Dónde estaban las figuras, que preguntándome sin querer me acordé de aquella corrida de Núñez del Cuvillo (sí, Núñez del Cuvillo) fiera como ella sola y que acabó mandando a la enferemería, si no recuerdo mal, a Alfonso Romero y Mariano Jiménez, y dejando sólo ante el peligro a Luis Miguel Encabo.
PD: Y dicho sea de paso, me cuesta leer/entender párrafos como el que sigue:
"Ni los toros del Marqués, ni el cartel de toreros, ni la autoridad, ni el público jaranero, ni la empresa de la plaza cumplieron con su deber, de tal modo que la tarde resultó insufrible y soporífera, de esas que deben pasar cuanto antes al olvido."
Firmado por Antonio Lorca en El País.
Las imágenes son de Juan Pelegrín.
1 comentario:
No estoy de acuerdo contigo, Andrés. La corrida estuvo muy desigualmente presentada, con un par de toros anovillados e impresentables para Madrid, y más en San Isidro. En cuanto a la casta no la ví por ninguna parte, y los toreros, pese a todo, estuvieron en alguna ocasión por debajo de los atisbos de nobleza que sacó alguno de los animales. Valientes, sí, pero muy desacertados técnicamente.
Y a la salida la opinión sobre el festejo era unánime: "¡Menudo coñazo!"
Un saludo.
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