feria de julio: miguel giménez, por la puerta grande

Valencia, 18 de julio de 2008. Novillos de Santos Alcalde, para El Payo, Miguel Giménez y Miguel Tendero.

Miguel Giménez no entraba en las apuestas, y al final ha sido el que se ha llevado el triunfo y ha salido por la puerta grande. En ello puso todo su empeño. Sus compañeros de terna, El Payo y Miguel Tendero, no es que no lo intentasen, pero se toparon con una inválida, mansa y mortecina novillada de Santos Alcalde.

Pero sería un error no reseñar al buen tercero, de nombre Tocinero. El único bueno de los seis. Le tocó a Tendero. Lo saludó bien de capa. El novillo se venía de largo tras su encuentro con el caballo y embestía humillado. No se confió de inicio Tendero, le perdió excesivos pasos y la ligazón no surgió hasta mediada la faena, fue entonces cuando surgió el toreo de mayor interés de la tarde, que de haber sido rematado con la espada hubiese valido para el triunfo. No fue así, se alargó con el descabello y aún así se dio una vuelta al ruedo por su cuenta. El sexto ni quería ni sabía embestir.

El Payo no fue el novillero arrollador que se vio en San Isidro. Sobre todo con el primero, que debió volver a los corrales, acabó contagiándose de la apatía del novillo. Trató de enmendar con el cuarto. Toreó con gusto, como si torease al carretón. Muy bien con la izquierda, pero en una de esas el novillo que se las daba de tullido le tiró, certero, la cornada seca al muslo. Con el boquete ahí, siguió hasta ver doblar al novillo.

Miguel Giménez, de la Pobla de Vallbona, apareció vestido de artista, nazareno y azabache, y acabó transfigurado en novillero de los de siempre. De técnica frágil, al primero le dio mucho muletazos, lo mató de espadazo y se le concedió la oreja solicitada. En los tendidos tenía estratégicamente repartidos a los suyos y desde el quite que hizo al primero se hicieron oír como en estéreo. El quinto, al que recibió a porta gayola, no humillaba, pero era pronto en la media distancia. Giménez se la puso por delante, aunque podía haberla puesto mejor en algunas ocasiones, tragó una colada. Volvió, toreó en lo que fue una brega de verdad. Una voltereta, el novillero a los lomos, y vuelta a la cara. Más, había sellar el triunfo. Descarado con el novillo, a ver quién puede más. Aquello tenía emoción porque allí había un novillo y un novillero, aunque vestido de nazareno y azabache, dispuesto a recibir hasta en el carné. Vino otra voltereta y más toreo a toma y daca y una estocada en todo lo alto. A ver ahora quién no le daba oreja que le abría la puerta grande. Giménez la recogió, la paseó, fue a la enfermería y salió justo para salir a hombros hecho un novillero.