19 marzo 2009

fallas 2009/ la cremà de enrique ponce



En el día en que Luis Francisco Esplá se despedía de la plaza de toros de Valencia, Enrique Ponce se entretuvo en cuajar una faena de enorme altura. Una lección, otra más. Y ya van treinta y seis puertas grandes en su plaza.

Fue en el quinto, un toro de aceptable presencia con el hierro de Garcigrande. Enrique Ponce se esmeró desde el principio. Protagonista de la lidia en todo momento, trató de sujetarlo siempre de su tendencia a salir suelto. Manso, apretó de inicio en la primera vara y luego desistió. La segunda más medida. Ponce con el toro en banderillas, cuando se lo dejó a la cuadrilla hubo destemple en la lidia. Se notó su mano más cuando no estaba. El brindis al periodista Pedro Piqueras y los doblones fundamentales de inicio prendían la emoción. Abajo, marcando el viaje, fijando la embestida. Mandando.

Otra vez el temple exacto y milimétrico para hacer al toro, para extraer todas las virtudes que guardaba su casta. Primero sujetar, luego conducir y por último apurar hasta el remate. Con los cimientos cogidos fuertes, Ponce se decidió a ligar una serie en redondo. Tremenda. Ligada en un palmo de terreno. La faena ardió definitivamente.

Ajuste y templanza en cada una de las suertes. La colocación exacta, la muleta adelante: así es el toreo. Y prosiguió la lección sin abandonar toro y torero los terrenos donde transcurrió todo. Nada de suertes accesorias ni circulares absurdos. Nada más que toreo. También al natural, la mar de suave y eterno. Parar, templar, mandar y rematar. El toro recrecido en su casta apuntaba a alta nota de bravo, pese a su mansedumbre, y la plaza vivía en la bendita locura. Como empezó, finalizó la faena con el toreo por abajo tan entregado como el toro en su boyante embestida. Ponce de nuevo en la cumbre, triunfador exultante de las fallas, tras estocada desprendida y pese haber escuchado un aviso levantaba las dos orejas de ese toro de Garcigrande que se llamaba Contador, había nacido en diciembre de 2004, estaba herrado con el número 117 y marcó en la báscula 524 kilos.

Ponce con su primero no se permitió bajar la guardia. Parecía que su nobleza le iba a permitir explayarse y así, tras una primera serie de tanteo y en línea, aprovechó y le ligó dos en redondo. A la siguiente le apuntó al muslo y Ponce se puso alerta. Lo tapó y lo mandó pero sin romperlo. Fue la otra versión de Ponce, la que no molesta al toro y le soba y que en Valencia también cunde. Pero un pichazo posterior a un aviso y un adornado golpe descabello dejó la cosa en ovación.

La tarde había empezado con el reconocimiento a Luis Francisco Esplá en su despedida. Y Esplá intentó agradar derrochado en todo momento detalles de torería clásica. Hay que reconocerlo, si ha habido un torero en toda la feria que permitió al aficionado ver a un toro ir al caballo desde una cierta distancia, ése ha sido Esplá en el primero de la tarde al que tanto le costó salir al ruedo como morirse después y que fue bravo y noble. Esplá dejó muletazos de enorme sabor, sobre todo al natural, y mostró variedad tanto en los lances de capa como en los recortes y los detalles durante toda la tarde.

Valencia se acordaba y bien de todo los que ha significado la carrera de Esplá y Esplá fue generoso. Así quiso compartir su último tercio de banderillas en Valencia con su peón de confianza, ese pedazo de torero de plata que es Domingo Navarro. Se intuía además un brindis especial y fue el propio Navarro el destinatario. Luego el toro sacó complicaciones, se paró y recortó embestidas.

Vicente Barrera completaba el cartel y la tarde se le hizo cuesta arriba. No está Barrera en su mejor momento. Éste, la verdad, ya queda muy lejos. Su primer toro --el único que bajó el listón en la presencia-- no dejó de escarbar y fue muy tardo, pero cuando arrancaba tenía series de cuatro o cinco y el de pecho. Barrera lo esperó, pero los muletazos, presentando la tela muy retrasada, carecieron de mando.

En el sexto las papeletas se le acumularon a Barrera, que si no tenía bastante con actuar tras la cremà de Enrique Ponce, se encontró con las complicaciones de un toro muy interesante que cuando venía de largo se vencía por el derecho, pero más en cortó la tomaba con franqueza. Barrera, en cambio, no se confió en ningún momento. Y a la tarde sólo le quedaba la salida en triunfo de Enrique Ponce por la puerta grande.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Colocación exacta Ponce? yo creia que ese sitio se llamaba fuera de cacho. Seamos honestos, se coloca al hilo del pitón, y da auténticas carreras entre pase y pase. No entiendo con lo bien que escribes de toros, la poca objetividad con Ponce.

Ramón dijo...

maria la que no eres objetiva con ponce eres tu. estas hablando de la maxima figura del toreo el unico de la historia que ha toreado 100 corridas en 10 años consecutivos, el maestro de maestros, el catedratico. seguro que si te gusta el masoquismo de jose tomas, que su toreo es torpeza porque torear consiste en que no te pille el toro, no en estar todos los dias por los aires. pero sabe que lo tiene que pillar el toro para acaparar la atención de la gente.