La expectación estaba con José Tomás hoy en Castellón, pero el que ha hecho el mejor toreo ha sido Abel Valls. Toda una grata sorpresa.
Era también la tarde de despedida de Luis Francisco Esplá de la capital de La Plana. Digno y torero, me temó que la temporada se le va a hacer larga. Dejó una media belmontina que valía un potosí y un cuarto par de regalo por los adentros de alto riesgo y emoción al primero de la segunda mitad del festejo.
A José Tomás le faltó enemigo en sus dos turnos. La corrida de El Torreón, muy terciada y dispar, acusó mansedumbre, escaso fondo y por eso el fundamental tercio de varas fue de simulacro en simulacro. Muy dulce el primero del de Galapagar, temple y nada más, la faena, ausente de emoción, transcurrió por la senda de la quietud y el ajuste. Peor el quinto, Tomás tuvo que cerrar el compás, pasárselo muy cerca y hacer el poste para llegar al tendido. A los dos los mató de sendas estocadas defectuosas tras pinchazo.
Abel Valls estuvo frío en su primero, tanto que la raspa que le tocó poco quería saber y se dedicó a buscar los adentros. En esos terrenos se pegó Valls un arrimón sin fundamento.
Quedaba el sexto, al que no se le echaban demasiadas cuentas una vez confirmada la puerta grande de José Tomás. Pero Valls, se lo tomó en serio. Lo cuidó en el peto, lo quitó por gaoneras con escaso acierto --igual que antes había hecho José Tomás--, y luego como quien no quiere la cosa vino el drama.
El sexto, de hechuras anovilladass, prendía en el segundo par a José Vicente Almagro de muy fea manera. Las cosas, que no deberían pensarse, el verde oliva y azabache recuerda demasiado al primero de mayo de 1992 y debería estar descatalogado de los muestrarios de los sastres.
Había que reaccionar aunque las circunstancias no fuesen del todo favorables y se tratase del cuarto toro --si se le podía llamar tal-- al que se enfrentaba como matador de toros. Y lo hizo, tras tantear el derecho, probó el natural, y salió perfecto, largo y muy por abajo. Y lo repitió, tres tandas redondas y macizas de las que ya el toro quedó listo, el torero convencido y la plaza --su plaza-- entregada. La estocada hasta la bola y las dos orejas y la foto compartida de la puerta grande con José Tomás.
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