26 julio 2009

feria de julio 2009/ la oreja de todos



25 de julio de 2009, Valencia. Séptimo festejo de la Feria de Julio. Toros de Los Bayones para Javier Rodríguez, David Esteve y Óscar Sanz.

Se lidió una corrida de Los Bayones en la Feria de Julio y no la mataron las figuras. Eso, echándola larga, hace quince o veinte años hubiera parecido una incongruencia. Pero es así. Por extrañas razones las figuras, de un tiempo a esta parte, poco o nada quieren del hierro de la 'L' con la 'B' de trazo de grueso . Pero la ganadería ahí sigue. Fiel al encaste Lisardo, criando toros la mar de serios, sacando casta, nobleza y sin comerse a nadie. Ellos, las figuras, se lo pierden

La cita de Valencia ha sido la de mayor importancia de su temporada y del lote pocos reproches caben. Con las puntas mirando hacia arriba todos, recogidos de sienes, serios, ofensivos, rematados, con cuajo y hechuras de toro, toro. Un lujo para Valencia, donde debería ser norma, y como no había figuras, quedaba en los tendidos la afición que es para ver un cartel de modestos valencianos dispuestos a todo. Al menos a priori.

Y al final Javier Rodríguez cortó una oreja y fue como la oreja de todos. Fue en el cuarto, el toro de la feria, con el segundo hierro de la casa, Abilio Ramiro, y un nombre que le venía al pelo, Magnífico. Bravo, encastado, noble y con una tranco pastueño de más. Como para disfrutar. Enfrente le quedaba Javier Rodríguez, en entredicho por ser sobrino del empresario. Pero la cosa sucedió tal que no hizo falta acordarse del parentesco. Saludó toreando para el toro, sacándolo a las afueras andando hacia atrás y bajando las manos. Fue un recibo torero, la ovación fue merecida y Rodríguez empezó a sentirse.

Y eso, ese mando y esa fijación desde el primer contacto serviría para la posterior lidia. El toro, con tendencia a marcharse suelto, que llegó a tomar la primera por su cuenta y derribó con estrépito y en el segundo encuentro le dieron largo y fuerte, no buscaría las querencias más y aceptaría el reto de la lidia como bravo. Javier Rodríguez estaba arrebatado, veía al toro claro, se sentía torero y notaba el apoyo del público. Por si quedaba alguna duda de esto último, el cambio se lo florearon en presagio de triunfo.

Toro boyante, con recorrido, fijo. Le faltó acabar de descolgar, también encontrar algo más de mando en las telas. Javier Rodríguez se asentó, se sintió y se templó. Si bien a su toreo le faltó profundidad, de lo que estuvo sobrado fue de emotividad y eso llegó a los tendidos. Había emoción, la de un toro importante y la necesidad de un torero. Y el empuje del público para que cada uno de los muletazos saliera largo y templado, que es como fueron la mayoría presentando la muleta adelante. El toro era un gusto verlo embestir por los dos pitones con recorrido. Lo hacía algo a media altura, pero también si se le levantaba la mano en exceso el bravo lisardo se molestaba. Y Javier Rodríguez metió la estocada y se le pidió la oreja porque esa era la oreja de todos, la más deseada y necesaria. La vuelta al ruedo fue la demostración: fue lenta y parsimoniosa y Javier Rodríguez repartió más abrazos que en su vida. Todos los que andaban por el callejón querían felicitarle.

La oreja de todos la ganó por méritos Javier Rodríguez, pero también poría haber sido para David Esteve u Óscar Sanz. Disposición no les faltó, lo que les giró la cara fue la suerte. El lote de Rodríguez fue el mejor. El primero fue otro gran toro, con dos velas y casta. Con profundidad en la embestida por cada pitón. Su matador, por disposición y temple, alcanzó momentos lucidos, y sólo un pichazo previo a la estocada le privó de mayor premio que la ovación recibida.

La chispa de los toros primero y cuarto les faltó al resto, ese punto de raza. Con buen son, eso que dicen clase, nobleza, estuvieron algo justos de fuerzas y les sobró mansedumbre. Esteve y Sanz lo intentaron por activa y por pasiva. La buena embestida, cada vez más cansina, del segundo iba a menos, el tercero acabó encerrándose en tablas, el quinto duró poco y el sexto fue muy parado. Esteve por momentos recordó al novillero de raza y carácter que fue. Se le vio con sitio y dispuesto, dando el pecho, toreando de frente y exprimiendo cada arrancada, como hizo con el segundo de su lote. Su cruz fue la espada. Dio una vuelta al ruedo tras petición.

Óscar Sanz se llevó la peor parte. Practicamente imposible su lote por no decir del todo. El espigado torero pisó terrenos de compromiso para que de su parte no quedase. Lo que pasa es que al final la impotencia se le escapaba en cada uno de sus gestos y tantas ilusiones se le quedaban dentro si más remedio.

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