20 agosto 2009

aste nagusia 2009/ ponce, el difícil vuelo de la paloma


[VÍDEO :: faena de Ponce] [VÍDEO :: Manzanares y Castella]

Va la Aste Nagusia que no levanta cabeza. Tanto cartel redondo y rematado, y está expirando poco a poco de domecquitis severa. Y toda la culpa se le podría echar a Enrique Ponce, sí, por no meterle la espada al cuarto después de un faenón a izquierdas disfrutado, y eso es un decir, con gran tensión e incertidumbre por lo complicado del trance, de cada natural ligando la embestida del de El Ventorrillo midiendo al milímetro siempre para acabar tragando tela. Deja un espadazo y de Moyúa al Arenal hasta Marijaia se hubiera puesto a torear y eso para la maldita domecquitis hubiese sido mano de santo pagano.

Pero una vez desbaratado el suceso Ponce, la corrida perdió su sentido y sólo el vuelo nervioso de un paloma tratando de escalar los tendidos dio sentido a lo que quedaba de una tarde en la que el lustre de los de El Ventorrillo no dio más que motivos para la desesperación. Desde el inicio con el inválido devuelto y el manso que vino a tapar el hueco, y que siempre huyó de Ponce y hasta de su sombra. O por el carácter defensivo y áspero del segundo, demasiado para un Sebastián Castella monotemático en su quehacer torero. Está claro que lo de Castella no es el temple, ni el poder ante las dificultades. Tapa a lo toros solamente, pero no los somete y ni manda, al menos ayer en Bilbao. Su primera faena fue un auténtico sin sentido desde el inicio sentado en el estribo hasta la conclusión cuando ya el toro se había apoderado hasta que un infame bajonazo lo mandó al otro barrio.

Al francés no le ha sentado bien el paso por Bilbao. Eso ya lo debía saber cuando brindó al público que hacía el casi lleno en Vista Alegre. Pero volvió a errar con sus indudables ganas y empecinándose en su faena prefabricada con el inicio del cambiado por la espalda que no se produjo, y a partir de ahí se le descabalgó el argumento. El toro era parado y reservón, y eso a esas alturas era un obstáculo insalvable.

José María Manzanares gustó. Se enteró pronto de las necesidades de su primero y tras un incio por abajo y una primera serie de mantanzos, entró en razón, echó las bambas al hocico, se mostró la mar de dispuesto y trató de rematar atrás . A eso se añadió su innato empaque, se templó, corrió bien la mano, y dejó detalles como un torero cambio en los mismos medios o un trincherazo marca de la casa. La faena al final tuvo un claro y meritorio hilo conductor, se remató con una estocada desprendida de gran ejecución y por eso se le premio con una merecida primera oreja. En el toro del cierre, que se apagó pronto, el alicantino dejó las mismas buenas sensaciones de torero capaz de templar y mandar, no de telonear y simplemente acompañar.

Ya entonces una voz del tendido había sentenciado a Castella durante el segundo de la tarde: "Asi no es, Sebastián"; y la misma bendijo a Manzanares en el tercero con un "mucho torero para tan poco toro". Y tal vez otra --o quizá fuese la misma-- le dijo prácticamente en la cara a Enrique Ponce en el inicio de faena al cuarto "que no te arrimas" y en eso, nada más escucharlo, Ponce se hizo el amo y volvió a subir hasta lo alto de Bilbao una vez más no sin antes encararse por donde llegó la voz y apretar fuerte y decir allá voy.

Si por el derecho le había pegado una colada el toro, que ya venía de aperrear a los hermanos Tejero en banderillas, fue echársela la zurda y empezar a hacer magia desde su enorme valor, técnica e inteligencia. No era fácil, aunque el deseo más oscuro estaba en haber visto a Ponce con el segundo o con el tercero, pero la lección volvió a impartirse. Las ventajas en redondo, pico incluido, no bastaban, y Ponce lo volvió a hacer. Esta vez con la verdad desnuda de su mano zurda. Natural a natural, firme el torero y templada la muleta. Con mando para romper al que no quería. La sensación fue de que algo grande estaba pasando hasta que el maestro de dictar su enésima lección pasó al vulgar sainete del pinchauvas.

Sin nadie capaz de encontrar explicación al suceso grandioso y también al desastroso, la paloma aquella peleando en su vuelo contra la altura de Vista Alegre, donde Ponce había alcanzado, fue como una metáfora de la importancia del suceso aunque luego se derrumbase todo de golpe. A la paloma le pasaba lo mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ponce, después de pinchazo, metisaca infame, pinchazo y descabellos varios tiene la poca vergüenza de salir a saludar, Mal por la afición aplaudiendo eso, y peor por Ponce y su desvergüenza torera.

Un saludo

MANUEL ORTEGA