La pasada Feria de Fallas le propuse a un amigo, y además bloggero y periodista, invitarle a una corrida de toros. Él tenía cierta curiosidad. Pero al final en Fallas no pudo ser por un resfriado suyo a destiempo. Cuando se acercó la Feria de Julio fue él quien retomó lo de la invitación. Pese a no ser nada aficionado y más bien contrario, de esos que dicen que le gusta que gane de vez en cuando el toro, seguía con la curiosidad.
Entonces me platee de manera encubierta la pregunta ¿qué quiero ver, ante todo, en una plaza de toros? Y le dije que en unos días le contestaría, que tenía que pensar qué tarde le hacía debutar en el tendido. Entonces analicé los carteles con tres premisas irrechazables por delante:
- El toro.
- El torero.
- La emoción.
Y cartel a cartel fui despejando la incógnita. Rechacé los dos de figuras. Para hacer debutar a mi amigo, no me valía el medio toro de casta justa. Ni tampoco el torero que anda sin apenas incomodidades por allí. Ni la falta de emoción como resultado de la unión de ambas. En el espectáculo de la corrida de toros con las figuras el acierto se me antojaba más complicado. A ver cómo le explico lo que allí está pasando cuando parece que no pasa nada: que uno lleva por donde quiere al animal o se mete en medio de los pitones y el toro no le dice ni mú.
Así que al final, con una pequeña duda con la de Los Bayones, acabé eligiendo la de Adolfo Martín y la tarde, la corrida y los toreros acabaron por hacer buena mi invitación ofreciendo lo que buscaba:
- Toros con casta y poder.
- Toreros dispuestos a todo que supiesen torear.
- Y emoción.
Quería que lo que sucediese en el ruedo tuviera importancia. Que esa importancia le llegase de alguna manera a mi invitado. Que desde su punto de vista, que no ganara siempre el mismo, que a lo que sucedía en el ruedo se le captase sin demasiado esfuerzo su riesgo, su peligro y que el valor del torero no admitiera dudas al verlo capaz de imponerse a la dificultad, a la casta, de un toro. Y que al menos participará de la tensión, esa emoción que iba del ay al olé en décimas de segundo y que eso le sorprendiese. Me decía: "mola porque pasa algo y toda la plaza tenéis la misma reacción".
PS: No sé si mi amigo volverá a una plaza de toros, pero al menos algo creo que captó al verlo desde dentro. Aunque eso debería decirlo él. Además, este post lo quería escribir desde hace algunos días, pero al final lo he hecho hoy empujado por los comentarios de dos entradas atrás con el señor Sol y Moscas, el post en el que recogía faenas de la última semana de Perera, Ponce, Morante o Castella. Es la diferencia entre la fiesta raquítica, justa o en el límite de la casta y emoción mínimas exigibles --si es que podemos hablar de mínimos en un espectáculo en el debe primar, sobre todo, la verdad más auténtica--, y la otra en la que puede sobrar. Sin duda es la segunda opción la que prefiero enseñar a alguien que no haya visto una corrida en un plaza de toros y la que me gustaría encontrarme más a menudo. Pero pasa que el límite uno no sabe dónde se lo va a encontrar.
3 comentarios:
Don Andrés, véngase con su amigo a las Ventas el 15 de agosto.
CARTEL:
Juan Mora
Jose Luis Moreno
César Girón
GANADERIA:
Maria del Carmen Camacho.
Hola Andrés,
Aquí tu invitado, para agradecerte de nuevo la invitación de aquella tarde y para apuntar a tus lectores que aún recuerdo que la corrida que elegiste para la Feria de San José, a la que finalmente no pude asistir, fue también la elegida a posteriori como la mejor de aquella feria. Dos de dos me parece un buen porcentaje para determinar que debes tener bastantes argumentos para contar lo que cuentas.
Fue un placer ver la corrida junto a ti y que me comentaras el por qué de cada gesto y acción. Sí te prestas a seguir ejerciendo de anfitrión, seguro que habrá otra ocasión.
"Y el toro no le dice ni mú". Eso es escribir con propiedad. Sí señor.
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