Aunque pasaron más cosas, el titular viene a recoger dos. Los dos detalles de más cuerpo de la tarde. Uno por contundente y espeso; el otro por bello, hondo y efímero. Luego sucedieron más cosas, pero ya un titular no da para abarcar más de lo que fue una buena y cómoda tarde de toros.
Se colgó el no hay billetes, la plaza de Albacete, continuación de la Feria, vivía un estupendo ambiente, y, además, había perigrinación morantista por si de una vez brotaba la dicha. Comprender al torero de la Puebla del Río es cada ve más difícil, pero puede entenderse que venga de una cornada y que repareciese anteayer junto al Pisuerga y que ayer viniese a Albacete, con lo que pesa, con algún interrogante y la lucha consigo mismo por vencerlo en la misma cara del toro.
Bien es verdad que Morante lo intentó, pero muchas veces víctima de su propio personaje. Con Morante pasa que hay veces que no se sabe si anda por la realidad o por los senderos de su propia imaginación. Son líneas que traspasa con demasiada facilidad, y frente al toro, y de esos le salieron dos que es verdad que no fueron ni los más francos, ni nobles ni bravos. Su primero, jabonero, andó justo de fuerza y casta y aun así --como al otro-- Morante le dio dos varas inefectivas --también luego--. No pasó de componer dos casualidades en forma de mecidas verónicas y dos tandas en redondo como sabe, asentada la planta, ligera la cintura, y el intento de eternizar dos o tres naturales buenos de verdad ante una insulsa embestida. El drama de un tropiezo sin consecuencias y el mal manejo de la espada concluyeron en una ovación.
Luego pareció como arreado. Castella ya había triunfado fuerte, Tendero se había dejado escuchar sin espada, y Morante trató de reencontrarse con uno que por defecto tenía la falta de entrega. Se gustó en un quite a la verónica tras la segunda vara y al final quedó como mera imitación de sí mismo, eso sí, con pequeños detalles y excentricidades más de cara a la galería que otra cosa, como es empezar la faena sentado en el estribo y luego de ahí irse a los medios a brindar. Y tropezarse con un animal sin gracia y dar hasta giraldillas de arte y al final exponerse al público a que le tributase una división de opiniones en toda regla. Así es Morante y esta vez tampoco sucedió.
La corrida de Núñez del Cuvillo con Morante fue con quien menos reparos tuvo. Los suyos tuvieron los comportamientos menos prácticos, en cambio a Sebastián Castella le salió el escaso segundo de la tarde ya planeando. Y el francés se puso en el sitio, presentó la muleta e hizo faena hasta, como con una esponja, dejar al toro exprimido. Ni una embestida más cabía en la muleta. Bueno, sí: dos, los dos naturales que todavía soportó el animal con la espada en el hoyo antes de caer patas arriba.
La faena de Castella vino a poner cara la feria. De una inmensa seguridad, valor, temple, ajuste y quietud. Desde el cambiado al estocadón. Auténtica cumbre de Castella fiel a su tauromaquia expresada con detalle y rotundidad. ¿Si cabía más? Puede, pero las dos orejas, indiscutibles. La vuelta al ruedo póstuma, un exceso.
En el quinto el francés vino a ratificarse hasta hartar al toro, con cierto cuajo respecto a lo corrido hasta entonces. Si el segundo embistió siempre, el quinto llegó a un punto en el que dio muestras de no soportar más por ahí delante a Castella. Menos casta, o durabilidad que dice el vocabulario de la neotauromaquia, la de los circulares y todo aquello con los que Castella destaca sobremanera. De nuevo el abuso de poder y otra estocada --qué dos estocadas del francés-- en lo alto.
Miguel Tendero contaba con la fuerza de los paisanos, la ternura y los nervios de quien se estrena como matador en la Feria de Albacete, pero todas las ganas de levantar el triunfo. Lo buscó con todas sus fuerzas. El suyo primero de hechuras era una zapato que dicen. Guapo y cómodo. Metía la cara, pero al embestir por el derecho repartía leves pero incómodos tornillazos hacia dentro. Tendero solventó cualquier eventualidad con su frescura y capacidad, todo lo que hizo fue despacio, excepto el manejo con la espada, trance en el cual perdió los éxitos.
Más cerca estuvo en el sexto tras una faena deslabazada pero preñada de momentos importantes gracias a un toreo de distancias, muleta adelantada y entrega, que alcanzó su climax en tres naturales --los del titular-- como los que se ven muy de tanto y tanto y consiguen poner los bellos de punta. Luego volvió a fallar la espada, pero ¿y esos tres naturales en los medios de la plaza de Albacete, quién los había dado? Miguel Tendero, que se iba a pie con un cabreo de tres pares mientras Castella salía por la puerta grande tras un éxito rotundo.
1 comentario:
humm... parece que los "soberbios naturales" no le interesan a nadie. 0 comentarios, y el único, censurado.
Que pena.
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