de nuevo camus

El año ha empezado salpicado de artículos recordando a Albert Camus. Lo prefiero a que se derrame tinta hablando de toros sí-toros no, como ocurrió semanas atrás con numerosos artículos que yo mismo me dediqué a recopilar algunos en este blog.

El pasado 4 de enero se cumplieron 50 años de la muerte en accidente de tráfico del escritor francés nacido en Argelia. En Francia la efeméride parece que se celebró hasta con una miniserie y algún que otro documental. David Trueba, que está estrenándose en el espacio donde no hace mucho Enric González dio más de una lección, tuvo la suerte de cazar un documental en la cadena ARTE y de contarlo en tan privilegiado hueco el pasado 6 de enero en El País.

En el documental Camus explicaba cómo su moral nacía de dos grandes aficiones: el teatro y el fútbol. A ambas tareas colectivas las elevaba a la categoría de universidad personal, porque le habían enseñado los valores del esfuerzo compartido y el sentimiento de pertenencia. Cada uno se fabrica su propia universidad como cada uno se fabrica su propia tradición. Lo que tendría que convertir a Camus en un personaje de recuerdo obligado en nuestros días es la sabiduría para sacrificar lo intocable de las banderas y las ideologías por la importancia de las personas. En una época segada en barricadas, él se atrevió a denunciar lo que a derecha y a izquierda había de sectario y criminal. Ahora que ya no existen los intelectuales, pero que hay tantas personas cuya voz se escucha, es influyente y modela los comportamientos ajenos, Camus se alza como un ejemplo que no debería alejarse demasiado de las mesillas. Sobre todo cuando afirmaba que el compromiso reposa sobre dos principios: la búsqueda de la verdad y la libertad. Nos quedamos con la teta de Sabrina, da menos disgustos."

Me identificó con Camus. Su teatro y fútbol, son mis corridas de toros: "cada uno se fabrica su propia universidad como cada uno se fabrica su propia tradición". Camus como ejemplo, sus novelas: El extrajero, La peste, La caída o El primer hombre; las he leído las cuatro y siguen al quite en la estantería. El artículo de Trueba da en el clavo: "Ahora (...) hay tantas personas cuya voz se escucha, es influyente y modela los comportamientos ajenos..." y me vuelvo a acordar de los antitaurinos que se subieron no hace mucho al púlpito del Parlament de Catalunya para reducir la moral del siglo XXI a la suya, como si la suya fuese la única y verdadera o sólo hubiese una y la compartiesen con Rouco Varela. Trueba probablemente se acordaba de otros.

Pero aquí pasa eso, que "nos quedamos con la teta de Sabrina"; o, añado yo, con la sangre que derrama una banderilla, que no sé si da más o menos disgustos, pero viste de progre evolucionado, sensible y humano que no veas. Pero ¿y detrás qué?



PS: Lo que viene a quedarme claro es que en Francia celebran las efemérides de sus intelectuales como más o menos toca. No como aquí, como por ejemplo ha ocurrido con Miguel Hernández. Y que también en Francia viven y defienden la corrida de toros practicamente como tratan la memoria de sus intelectuales y aquí, ya ves...