9 de marzo de 2010. Feria de la Magdalena. Plaza de toros de Castellón. Novillos de Manolo González para Conchi Ríos, Juan Sarrión y Juan Cervera. Los dos últimos se presentaban con picadores.
Las cornadas son la cruz de la fiesta y la prueba más factible de que esto no va en broma. Hay algunas que llegan a destiempo, otras que definen a aquel que pasa por un mal momento, otras que son una medalla y también hay algunas que sirven de enseñanza. Éste último es el caso del tabaco que se ha llevado Juan Cervera (vídeo), joven promesa de la tauromaquia valenciana que hoy en Castellón debutaba con picadores. Justo como quien es su mayor referencia en lo taurino, un tal Enrique Ponce.
Hasta hoy la tauromaquia de Juan Cervera se asentaba en el gusto y la elegancia. Así lo había demostrado en su época de becerrista, pero el primer novillo le ha enseñado que, además de eso, la tauromaquia requiere de poder. Que la estética va después del mando, nunca antes, o como mucho --para unos pocos elegido--, a la vez.
Tras brindar a su padre la muerte del primer novillo con los del castoreño, Juan Cervera, natural de Benifaraig --una pedanía de València--, de primeras, ha tratado de gustar y gustarse ante un novillo de Manolo González, que sin ser un bendito, permitía el lucimiento. Ha bordado un par de coherentes doblones en el inicio y de repente se ha desmayado. Un muletazo enseñando media muleta, un pausa, la muleta atrás, y vuelta a empezar. Cervera tiene empaque, sí. Cada muletazo es como un esbozo de un cartel de toros, pero la tauromaquia --en etimología, la lucha con el toro-- necesita de mayores fundamentos. Es decir, la muleta siempre presta para la ligazón. Ganar la acción en cada embarque. Poder. Luego, la belleza se alcanza como consecuencia del mando.
Desbordado en el unipase, se ha llevado la primera voltereta. Muy fea, por cierto, con el novillo encelado en el novillero, y rebañando el pitón por todo el chaleco. Se ha repuesto como si nada, a eso le llaman valor, y ha vuelto a la cara sin cambiar la actitud y sin dar muestras de dominio. Ha optado por la distancia y al primer cite el de Manolo González lo ha zampado por el muslo, lo ha zarandeado, ha hecho por él ya en suelo, y se lo ha dejado tendido boca abajo con el revuelo de capotes. Llevaba una paliza tremenda y una cornada de 12 centímetros en el muslo izquierdo que le debe servir para replantearse ciertas cosas para ser gente en esto. Es cosa suya y de sus nuevos apoderados. Acaba de dejar a Rubén Espinosa y se ha ido con la casa Ruiz Palomares. Por ahora sólo hay una cosa cierta, y es que torero puede haber en Juan Cervera.
Todo eso sucedía en el tercer capítulo. Del resto, demasiado poco. Podría decirse que lo mejor fueron los rayos de sol que aprovechamos, y que cuando se fueron el interés menguó hasta la más absoluta nada y un frío excesivo.
La novillada de Manolo González fue mansa desde el mismo comienzo. Al primero, de salida, tuvieron que pedirle permiso para que abandonase la puerta de chiqueros. Luego rehuyó de las afueras y buscó siempre los adentros, apretando cuando le molestaban. La ternura de Conchi Ríos se estrelló, y de una aceptable pero corta serie en redondo tapando muy bien ya no pasó.
Y además de mansos, los de Manolo González estuvieron en los límites de la casta y fueron muy flojos. El más potable, el segundo. Un novilló tan sobrado de bondades como falto de emoción. Fue el techo de la tarde el quehacer con la capa de Juan Sarrión: su farol de recibo y un quite la mar de erguido por gaoneras. Con la muleta firme y demasiado fácil, pero ligando y buscando la correcta colocación. Faltó novillo para que aquello tuviese peso de verdad. Luego con la espada estuvo hecho un desastre apuntando siempre al pescuezo.
Tras el tercero, que finiquitó Conchi Ríos por cogida de Cervera, la marcha del sol; el frío y la sosería del tercero, algo más descarado, pero totalmente vacío. A Sarrión le quedaba un cartucho de más. Por contra, Ríos para acabar su tarde se topó con el blandengue quinto y no hizo más que amontonar pases sin orden ni interés.
Y la última opción, un novillejo escurrido que le despertó demasiadas dudas al castellonense Juan Sarrión. La tarde ya se había decantado y su página con la historia ya se había rellenado. Los dos juanes, Sarrión y Cervera, habían debutado con picadores y el de Benifaraig había pagado con sangre el envite. Que le sirva para lo que está por venir será lo mejor.
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