11 marzo 2010

magdalena 2010/ daniel luque, las cosas claras



10 de marzo de 2010. Feria de la Magdalena. Plaza de Toros de Castellón. Toros de Fuente Ymbro para Alejandro Talavante, Daniel Luque y Rubén Pinar.


Daniel Luque ha apostado fuerte esta temporada. Sus retos, porque se los ha marcado él solito, de aquí al mes de junio son un auténtico órdago a la cabeza del escalfón, con o sin el permiso de las tres o cuatro figuras consagradas. Pese a su insultante juventud, entre ceja y ceja tiene una idea, y como torería, raza y carácter le sobran, se lo ha marcado como meta para ya mismo. Se le nota el ansia y en sus planes no entra dormirse en los laureles. Esos, ya llegarán. Pronto. En Castellón ha dado el primer aviso: ha cortado dos orejas irrefutables y ha triunfado. Es sólo el principio. Para él esto no ha hecho más que comenzar.

La corrida de Fuente Ymbro ha defraudado a medias. La mansedumbre, al parecer, no la curan las lluvias, y demostración de ella han hecho los animales que selecciona Ricardo Gallardo. Que por cierto, qué feos han sido. Los bonitos deben ser los de Jandilla. Los altotes, los hechos cuesta arriba manan de la fuente y hay veces que parece que hasta les vaya a costar embestir. La palma se la ha llevado el cuarto, avacado, y que además de eso que los taurinos llaman clase no ha tenido ni repajolera.

Lo dicho, Daniel Luque ha sido abrirse de capa y ya ponerse a construir su triunfo. Así es la lidia. Mando en las verónicas de recibo ganado terreno con riesgo y rematar con sabrosa media, pero sin soltar el capote. Andar hacia atrás para dejar al toro en suerte al picador. Un puyazo muy medido, pero en toda la yema, y un quite por chicuelinas ofreciendo todas las ventajas de la distancia. Fundamental todo para que la boyantía del toro llegase en plenitud al último tercio.

Luque se ha puesto de primeras en el mismo platillo a torear en redondo con temple eléctrico, de ese que en cada descarga llega a unos tendidos necesitados de calor en una tarde fría como ella sola. En los mismo medios y de verdad, enroscándose al colorado y cómodo fuenteymbro a la cintura unas veces cargando la suerte, otras retrasando la pierna --sobre todo en el tercer muletazo de cada serie--, pero siempre llevando larga y estimulando la embestida condiciosa y humillada.

Citando de frente, con la muleta planchada. Toreo ceñido en redondo. Al natural salió tropezada la primera serie y volvió para cuajarlo y emborracharse en los remates. Esos ayudados por bajo que le salen la mar de sentidos y que le llevan a una borrachera. El único borrón ese intento de circular eterno dando unas palmadas en el lomo del toro, que sobraban. Lo demás todo suma, también el espadazo. El resultado, dos orejas en su primer envite serio de una temporada que para el de Gerena debe dar mucho de sí.

Faltó redondear, pero el quinto fue manso de solemnidad pese a lucir armonía en sus hechuras. Fue tomar una vara metiendo la abajo, y a la salida ya no paro de corretear sin querer saber nada de nadie. Busco siempre la huída y a la muleta nunca embistió metido en ella. Luque prefirió no perder tiempo.

Por cierto, en su cuadrilla Mariano de la Viña, ex de Ponce. Que ha pareado bien y ha lidiado conforme ha podido al huidizo quinto.

En el cartel, además, otros dos gallos de pelea: Alejandro Talavante y Rubén Pinar. El extremeño se quedó sin lote y sin opciones. Aburrido el que rompió plaza. De embestida cansina. Talavante trató el imposible dejándose los riñones en el intento y tratar de alargar una embestida más sosa imposible. Y demasiado lo intentó, porque a punto estuvo de ser prendido por el pecho en una de esas en las que el toro se durmió a mitad de la suerte.

Y con el cuarto, peor. Era ese feo, alto y avacado que no tenía ni pizca de clase, que no hacía dos embestidas iguales, pero todas mal o peor. La brevedad, pues, fue de agradecer.

Al menos Pinar si tuvo la opción de pelearse junto a las tablas con dos mansos. A buen puerto llegó con el tercero. Un castaño alto y el más serio por delante, que apretó siempre hacia adentro desde que por allí vio una acorazada de picar, que pasó sus apuros cuando recibió el viaje del fuenteymbro. Quedo el toro con una embestida intensa, pero siempre que lo dejasen en su terreno. De rayas para adentro. Allí Pinar se fajó en redondo para no desperdiciar ni una con la muleta siempre por delante. Esa fue la emoción que tuvo como consecuencia el premio de una oreja tras pinchazo y estocada.

Con el sexto, que salió bravucón, escarbador y muy a la defensiva, Rubén Pinar trató de firmar el pasaporte de la puerta grande también pegado a tablas. Tuvo mérito el arrimón, pero cerró la tarde de pinchazo hondo y dos descabellos.

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