La cornada más horrible desde hace mucho tiempo la ha visto todo el mundo. Cuando Julio Aparicio fue cogido por el jabonero 'Opíparo' de Juan Pedro Domecq el pasado viernes en Las Ventas, las cámaras televisaban en directo el festejo y una legión de fotoperiodistas empuñaban el objetivo desde el callejón. En escasos segundos la repetición confirmaba el drama y poco después las fotos ocupaban lo alto de las ediciones digitales de todos los medios: un toro le metía el pitón por la garganta a un torero y se lo sacaba por la boca.
Cuando reaccioné twitteé una pregunta:
una pregunta: debe publicarse la foto de la cogida de Aparicio en las portadas de mañana? #torosmadrid #lasventasRespuestas obtuve en todos los sentidos. Y ahí me quedó yo. Los toros volvieron a ser noticia por una tragedia. La impresionante foto a gran tamaño fue portada en la gran mayoría de periódicos. Información: un torero había sido corneado tal que así. A la foto le sobraba impacto y el morbo, entonces, se hacía presente. Para muestra, un botón: este mismo blog este fin de semana ha multiplicado por cuatro sus visitas. ¿Información o morbo? Ambas.
El toreo tiene esa parte trágica, la cornada está en el presupuesto que puede pagar cualquiera que se vista de luces. El riesgo, la emoción, debe palparse en una tarde de toros. Ahí reside su importancia. Y como espectáculo público todo lo que suceda es información. Una cornada, sí; pero también lo es una faena importante, un triunfo como el de El Cid el pasado viernes. O como cuando reapareció José Tomás en Barcelona en 2007 o como cuando en Dámaso González indultó a 'Gitanito' de Torrestrella en julio de 1993 en València, que fue portada de El País.
Como información también es lo que al torero herido se le pasó por la cabeza al despertar de la segunda operación, quiso saber y preguntó con papel y lápiz: "¿Cómo ha salido mi segundo toro?"
Por cierto Julio Aparicio llegaba a Madrid el pasado viernes tras triunfar en Nîmes y cortar dos orejas.
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