Foto :: Paloma Aguilar para las-ventas.com
Los tres primeros cuvillos era hijos de su tiempo, no estaban clonados, pero parecían el mismo toro que te puedes encontrar entre diez, quince o más veces en una temporada, o su primo hermano al que también te encuentras en otras tantas ocasiones. Toros modernos de lidias insulsas y que al final acaban moviéndose con eso que llaman clase. Hubo un tiempo en que a la figura de turno le salía uno de esos y lo corría a gorrazos. Ahora pasa justo lo contrario.
Últimamente a las figuras con estos animales se les ve esforzadas, no dan tres muletazos limpios ni por esas y les toca rectificar terrenos pase sí, pase también. Y lo que recitan son eso, pases y más pases amontonados sin orden ni concierto. Toreo, poco.
Esporádicamente ayer el que más se acerco fue Alejandro Talavante, que dejó algunos naturales de aceptable factura, pero a sus faenas les faltó remate, conclusión, aunque acertó en los adornos por abajo.
Hubo oreja para Miguel Ángel Perera tras esforzada faena con fea voltereta incluida. El toro pedía distancia, la dio en los cambiados de la casa y en la primera serie en redondo. Luego, tras numerosos intentos al natural fue volteado. Cierto que el toro se vencía por el izquierdo y por eso acabó echándoselo a los lomos y le propinó una paliza considerable. Pero al final venció el torero, que se arrimó y el toro se apocó. Con su segundo, que era una burra, se le vio a gusto.
Curro Díaz no acabó de acoplarse con su primero, y la poco gracia de su segundo se confirmó cuando al intentar descabellar le pegó un pitonazo en la mano izquierda. Eso sí que es mala suerte.
Por cierto, también hubo rejoneo por delante.
PS: Hoy en El País Antonio Lorca también reflexiona sobre la imagen que vienen dejando las figuras últimamente en su crónica: Las figuras, en el abismo.
¿Qué está pasando? ¿Qué ocurre para que algunos de los toreros más interesantes del escalafón pasen por esta feria con mucha pena y ninguna gloria? ¿Qué pasa para que se les haya olvidado lo que es el toreo, lo que es parar, templar y, sobre todo, mandar? Parece algo inexplicable, pero...
Es una muestra inequívoca de la decadencia que está viviendo la fiesta. Es gravísimo que no haya toros; pero no lo es menos que no haya toreros. Porque una cosa es dar pases, y, otra muy distinta, torear. Los que hoy se visten de luces y cortan orejas y rabos por esas plazas de provincias lo hacen ante toros supuestamente desmochados y públicos divertidos y alegres sin exigencia alguna. Y llegan a Madrid y hacen lo mismo. Y dan miles de pases insulsos que no interesan a nadie, y se colocan mal -a consecuencia de una mala y fea costumbre- y parecen no entender cómo la plaza no hierve con su faena.
Han perdido la concepción fundamental de lo que es el toreo; quizá, es que se ha perdido y sólo aparece de higos a brevas y la gente cree estar asistiendo a un milagro. Quizá, sea así.
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