Los empresarios de la Casa de Misericordia de cara a la presencia de los toros puede que estén muy contentos porque eran grandes, tenían peso, con gran arboladura en los pitones; empero, de lo que se llama bravura y una cierta clase de dignidad encastada nada de nada. Un fraude para una plaza como Pamplona. No basta que los toros tengan figura y apariencia, cuando les falta lo que un toro debe tener: bravura, sobre todo, y fiereza cuando menos. Eso que en algunas ocasiones cuando sucede que sale un toro bravo y encastado se genera lo que llamamos un éxtasis salvaje. Lo de ayer fue un tocomocho. Y esta breve crónica se acula en tablas para dejar que los enviados especiales de Deportes narren la semifinal entre teutones y españoles.
09 julio 2010
éxtasis salvaje
Es una pena que las crónicas de José Luis Merino en El País sólo podamos leerlas cuando sucede la Feria del Toro de Pamplona por san Fermín y nada más. La de ayer sobre la corrida de Peñajara la acabó tal que así:
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