Bilbao fue lo que debe ser: un trago serio cuando la temporada taurina anda imparable. Bracear es lo menos a lo que aspirar. Que allí el agua le llegue al cuello a más de uno no es de extrañar. Pero lo que realmente llama la atención es quien por Bilbao, con su toro y lo demás, anda sobrado.
Bilbao volvió a ser. Corrigió el desaguisado de la temporada anterior. Y como en apariencia todo volvió a su cauce, Ponce levantó en el botxo su centro 50 paseíllos después Un lleno de no hay billetes, una vuelta tras petición y una oreja con petición de la segunda.
De la corrida de Alcurrucén hablan y no acaban. Corrida de Bilbao, encastada, seria y exigente, dicen. Nos lo creemos todo porque es lo que viene siendo, entre otras cosas porque las figuras últimamente no se están apuntando. Pasa al contrario con lo del Ventorrillo, últimamente muy a la baja precisamente por lo contrario, porque las figuras la demandan. Pero todavía mantiene un pizca y eso fue suficiente para que Vista Alegre hasta los topes disfrutase de una buena tarde toros con Ponce, Juli y Manzaneres, que vienen a ser los preferidos de la afición bilbaína. Todo sopló a favor de corriente: Juli y Manzanres se apuntaron al carro de los triunfadores y Ponce dio una lección de como se lidia un manso. Antes El Juli y al día siguiente Manzanares no lograrían las mismas cotas ante toros de semejante comportamiento huidizo.
Primero Ponce, y luego... Luego Urdiales, su torería, naturalidad al natural y su estocada a un Victorino, por cierto. Luego algunas cosas más: Leandro, que lo tuvo en la mano, como Padilla; El Cid, Rafaelillo, Luque, Bolívar, Sergio Aguilar...
Pero pongamos al toro que ha vuelto ha brillar como referente de la Aste Nagusia. Alcurrucén, El Tajo y La Reina, que pasados los días la memoria recuerda mejor y más encastado al segundo (de Castella) que al noble sexto (el de Leandro), Victorino Martín con un bueno y dos de apuesta pero agradecidos, la aspereza del Puerto de San Lorenzo que también cuenta por salirse de monotonía y más si es con Ponce en el cartel y el interés que mantuvo lo de Escolar.
Suspenso sin paliativos para Zalduendo, suficiente para que aparezca por Vizcaya en unos cuantos años.
De los de luces con medias tintas habría que citar a Castella, que por norma (y defecto) son mucho los toros que se le van sin cuajar, o al mismo Manzanares porque si tanta calidad le sobra no debería darse a los recursos más chabacanos para resolver papeletas.
Lo de Morante es otra historia, también en Bilbao. Al de la Puebla no lo entienden en Vista Alegre y tampoco es que tenga suerte en los sorteos. Le toca siempre bailar con la más fea, la más sosa o la más descastada y así la afición oriunda siempre tiene a huevos abroncarle, y lo peor es que al ejercicio le han encontrado gusto. Eso sí, si Morante no vuelve por allí será porque él no quiere.
Nosotros sí volveremos porque Bilbao marca la diferencia y ciudad de peregrinaje obligatorio. Porque si el toro se cuida como este año o más, el aficionado no dará la espalda así pasen los años. Porque la fiesta en Bilbao es especialmente multicultural y consigue sacudirse gran parte de sus tics. Y sobre todo porque Bilbao mantiene una seriedad y lucha por mantenerla ante sus múltiples defectos.
Lo decíamos en las conclusiones del año pasado: "La afición de Bilbao necesita además mirarse al espejo". La afición de Bilbao de su elegancia puede llegar a hacer defecto. Vista Alegre necesita mandar con las figuras, o al menos no tragar en exceso e imponer su toro. Y Matías mantener el listón no flojear cuando el glamour lo envuelva todo. Que ya sabemos, en Vista Alegre son de apluso fácil y más todavía cuando todo huele que alimenta, y eso hay que saber controlarlo para que el triunfo tenga su peso y una oreja siga siendo una oreja de Bilbao y no de cualquier otra parte.
Esta Aste Nagusia por comparación con la de hace un año ha sido un alivio y eso se agradece. Todos saben el camino.
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