26 agosto 2010

aste nagusia 2010/ el toreo es mágico y el toro encastado su razón de ser


El toreo es mágico. El valor, la confianza en uno mismo, es su motor y el toro encastado su razón de ser.

Diego Urdiales lo explicó de forma silenciosa en una auténtica lección de torería. Tan callada atendió Vista Alegre, que hasta el propio matador no permitió a la banda tocar. El momento requería silencio.

Uno de Victorino por delante --tal vez el peor presentado de la corrida--, que se empleó cuando la apuesta fue convincente: un torero colocado en el sitio, prensentando la zurda por delante. No había otra.

Diego Urdiales fue trabando natural a natural, hasta que de repente arrancó un olé sincero. Un natural puro, largo, con la bamba arrastrando la embestida por debajo del mismo hocico. La faena había roto como por arte de magia. A partir de la casta y del valor del torero y de su torería, el toreo se había hecho presente.

La estocada fue de una tremenda verdad. El de Victorino cayó fulminado y la oreja el premio más justo.

Aunque lo de las orejas tampoco es del todo necesario cuando la sensación que queda es la del propio triunfo, como el conseguido por El Cid ante otro Victorino encastado y complicado. Toro gazapón y andarín, de los que se quedan debajo, de los que hay templar y arrastrar. Ante los que hay que apostar. La virtud, que humillaba.

Otra apuesta y El Cid que se reencontró con mejor versión y más natural: ganado una partida toreando con la izquierda como hizo casi siempre. Pero primero tuvo que desengañar al toro y a sí mismo.

Una pasado ese escollo, las series de naturales salían largas y emocionantes y los más importante, rompían en los tres último muletazos, cada vez más largo y mandones. Lo logró El Cid pero una media y un par descabellos dejaron el premio en ovación verdadera, porque lo de las orejas no siempre es necesario.

Victorino había echado dos toros importantes. Había casta, personalidad de los astados segundo y tercero. El primero, puso el borrón y dijo más bien poco. Además sacó malas intenciones por el derecho. Por el izquierdo aprovechó Padilla para justificarse antes de que saliese el cuarto.

Para entonces la tarde se había puesto cara. Urdiales había dado una lección y El Cid había desempolvado los poderes de su mano izquierda. Para decir aquí estoy yo Padilla se fue a porta gayola. Bueno toro, con calidad y nobleza para el torero. Padilla se permitió el lujo de torear a la verónica y de banderillear dejando ver al toro. Antes en el caballo, el toro, como el resto de la corrida, fue más bien discreto.

Toro noble y con recorrido. Un bombón de Victorino para el jerezano. El comienzo por abajo hasta los mismo medios, demasiado largo y abusador. Si no se hubiese abusado tanto, el toro habría tenido otro tranco. De embestida al ralentí, yéndose largo, fijo en las telas. Padilla llegó hasta donde su arte le permitió. Torero en redondo y al natural en los medios, mucho mejor --claro que sí-- cuando prendió la embestida con el faldón de la muleta. Estocada y oreja y grandísima ovación del toro en el arrastre.

Los toro quinto y sexto con todo lo que prometían por sus hechuras resultaron ser unos pendejos de Victorino y tanto Urdiales como El Cid abreviaron cuando se supieron en el centro de la diana de las intenciones de los albaserradas. Hicieron bien, y además nadie les iba a arrebatar lo conseguido ya.

1 comentario:

Enrique Martín dijo...

Andrés:
Yo no vi la corrida, sólo me puedo guiar por vuestro criterio, pero tal y como lo cuentas me habría gustado ver a Diego Urdiales. Para mí es la excepción a tanto inútil y es una de las pocas verdades que andan por los ruedos. En cuanto al Cid, ¡qué ganas tenemos de recuperarle! Pero para eso necesita un largo período siendo él mismo. Eso sí, si ya pincha los toros, igual vamos por buen camino.
Un saludo