Don Samuel Romano Flores es hombre educado y de refinados modales. También es hombre muy campero, y como tal es un ganadero que se desvive por lo que tiene en su finca. Sabido es que los últimos años en conjunto no son los mejores para su vacada. La preocupación es ya larga y, por lo visto en Albacete, todavía va a continuar. Sus hijos, Carlos y Samuel, que viven de cerca la ganadería, también lo saben. Las orejas cortadas por Ponce y Luque no deben esconder la realidad. El toro quinto queda muy lejos. La falta de casta y defensiva mansedumbre del resto van a desembocar en el pregonao sexto.
La fachada y las arboladuras de los samueles --la corrida, con un par de castaños, vino partida con los dos hierros de la casa: tres de Samuel y tres de la madre, María Agustina López Flores-- siguen la tradición, y en su tierra se lució en ese aspecto y la afición bien que lo agradeció. Primero, tercero y sexto fueron recibidos con palmas u ovaciones. El problema venía después.
Afloraba la falta de raza, las malas formas y hacían las cosas justo al revés que un toro bravo. El primero le pegó un puntazo al caballo de picar en el cuello al sentir el hierro, así poco más o menos reaccionaron todos hasta que salió el sexto, que resultó definitivamente pregonao. Corrida muy a la defensiva, sin entrega ni tampoco sobrada de fuerzas. Como ese tercero que debió ser devuelto a los corrales.
En la primera mitad predominó el aburrimiento. Ponce no vio por dónde meterle mano al toro de casta mular que le correspondió. Defendiéndose, sin embestir dos veces igual. Ponce no pudo ni por aquí ni por allí. Tres cuartos de lo mismo le pasó a Daniel Luque, pero con su falta de tablas en estos casos le hizo parecer el más vulgar de los pegapases. El tercero, dicho queda, se derrumbaba al mínimo trallazo de un Rubén Pinar que acabaría la tarde (y la feria si no le cae otra sustitución) desesperado.
Luego cambió en cierto modo el signo de la tarde, por decir algo. El cuarto tuvo una pizca más de voluntad por seguir las telas, no sin problemas pues se metía por dentro, apretaba, y forzó a un Ponce dispuesto que había brindado al público. Importante el inicio y las primeras series en redondo. El toro por entonces todavía traía la inercia de su galope en cada embestida. Pero conforme fue apoderándose Ponce de la situación, el toro fue buscando cobijo en los adentros, la preocupante mansedumbre volvió a aflorar y el de Chiva no tuvo otra que entrar a matar pegado a tablas. Hábil estuvo y se llevó la oreja.
Otra más se llevó Daniel Luque del quinto, toro más claro de la tarde y, además, por ambos pitones. La faena arrancó con Luque ofreciendo distancias, citando con la diestra desde los mimos medios. La respuesta del toro, positiva, alegre. Yéndose largo, tomando los engaños. Respondiendo en los medios.
Faena para sujetarla y administrarla con temple y sentido. No era cosa fácil. El toro con celo, revolvía al tercero, apretaba. Al matador le tocaba rectificar y vuelta. La faena fluctuó demasiado para compactar la series. Los muletazos buenos y ajustados se entremezclaban con los defensivos. También desnivel entre la diestra y la zurda. Fue mejor y más a gusto el toreo en redondo.Pese a un primer pinchazo, Luque tuvo premio tras agarrar una buena estocada.
Pinar acabó desesperado. Dos tardes consecutivas en la plaza de su tierra sin un toro que le embistiese no le han sentado nada bien, la verdad. El sexto de Samuel Flores vino a poner la guinda: un manso de libro, huyendo de capotes y puyas hasta que lo cazaron bien. Luego, a la defensiva y rajado, sin más opción que el macheteo. Pinar se estrelló una vez más.
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