No sé si ustedes empiezan a estar tan hartos del asunto Wikileaks como yo lo estoy. Y no tanto de las revelaciones en sí, que son un bombazo informativo -bien por EL PAÍS- pese a tener tan poca chicha (ya se sabe que la mayoría de las informaciones son meros cotilleos a nivel mundial, lo que piensa Menganito de Zutanito o la cutre mentira que contó Fulanito), sino por esa especie de comedura de coco en la que hemos entrado todos, de manera que, desde hace una semana, no hay articulista que no intente añadir su pildorilla ingeniosa al asunto, y véase el ejemplo, mismamente. Es como si de repente el planeta entero se hubiera convertido en una versión monumental de Sálvame, en un morboso mercadeo de indiscreciones mediocres. Por no hablar de Assange, que comienza a dar un poquito de miedo. Porque es imposible manejar ese súbito poder casi absoluto, ese tsunami de celebridad mundial, sin que te afecte malamente la cabeza (ya está dando síntomas de ello). Aun así, el saldo sigue siendo positivo. Por los dos o tres datos interesantes que han salido a la luz. Por evidenciar la caspa general de los políticos. Y porque, como decía Gramsci, la verdad siempre es revolucionaria
Gran Hermano, por Rosa Montero (El País, 7 de diciembre de 2010)
Wikileaks por aquí, Wikileaks por allá. El mundo mediático, sus superpotencias y sus supuestos prohombres han andado (andan) en estado de alerta por las filtraciones que han dejado en pelotas las habladurías diplomáticas y sus secretismos. Ojo, peligro: la seguridad mundial está en juego, decían (dicen).
Va, ya será menos. Sólo se ha conocido alguna que otra verdad de una transcendencia sonrojante. Vergonzosa. Como las artimañas de alto nivel político para eludir un juicio justo sobre el asesinato del periodista José Couso. Entre otras. Pero lo cierto es que la mayoría han sido chacarrillos de nivel diplómatico que ya por tan sabidos eran ignorados y por lo tanto de una enorme intrascendencia. De nuevo periodismo hablan ¿Ahora sí y antes por qué no? La diplomancia ha tenido que quedar al desnudo para que la realidad política que nos maneja quedase al descubierto, ¿pero quién no intuía tanta bajeza? Al parecer no había los sificientes indicios.
Ahora el mundo anda en pie de guerra. El sábado hay convocadas manifestaciones por la libertad de Wikileaks y desde aquí las apoyamos. El mundo oficial no ha tenido ni tiene cómo defenderse. La verdad al desnudo es que lo ha incomodado de mala manera, pero en lugar de asumirla, corrgir y realizar propósito de enmienda en voz alta, ha decido perseguir a Julian Assange por propiciar en la última semana un puñado de portadas a nivel mundial y por ofrecer al mundo la verdad sin más, sin aditivos. Como excusa: unos condones rotos (o no), algunos twitts desaparecidos Anna Ardin y un par de noches (o alguna más) de sexo.
La pregunta ahora es: ¿Algún día conoceremos esos 'cables' que han llevado a Assange a pasar unos días bajo presión preventiva por un supuesto delito de violación tras un más que sospechosa acusación? La casualidades no existen en según qué cuestiones. Y ésta es una de ellas. La red social parece que no tiene intención de callar, quiere dejar de ser testigo mudo y ya puestos lo que quiere es saber más.
Vayamos a lo sustantivo, a lo que has montado. Lo primero, y más importante, es que hayas mostrado el inmenso potencial de Internet, que es la única cultura que hoy comunica al mundo. No sólo resulta útil para nuestras comunicaciones interpersonales cotidianas o para establecer redes personales de encuentro. Puede colaborar también, bien sintonizada a los medios de comunicación tradicionales, para impactar sobre la conciencia y el escenario de la política global. Dicha asistencia de los medios tradicionales es imprescindible porque sin ella no hay forma de reducir la complejidad de tan inmensa cantidad de información disponible. Son ellos quienes saben cómo traducirla después en noticias de impacto, en discernir lo que es importante y establecer prioridades. Ellos también saben blindar, con la astucia que han ido adquiriendo como guardianes de la libertad de expresión, las posibles interferencias que ponga el establishment político a los datos que vayan saliendo. Son asimismo quienes luego han de responder, rendir cuentas, ante sus lectores, algo de lo que tu organización probablemente carece. Alguien tiene que velar porque no todo lo que pueda exhibirse deba serlo al final; la deontología periodística debería cubrir a cuanto se hace público. El que vaya a serlo no lo podemos dar por hecho, pero ahí es donde entramos los ciudadanos, eso es lo que todos nosotros habremos de saber enjuiciar.
(...)
El problema, como seguramente no ignoras, es que todo poder llama a la creación de resistencias frente a él. No habrá consenso para una regulación seria de las transacciones económicas internacionales, pero no te quepa duda de que sí se conseguirá para intentar poner límites a este nuevo océano de libertad en que se ha convertido Internet y su potencial comunicativo. Vamos a asistir a una interesante batalla librada en este nuevo espacio invisible en el que ya casi todos habitamos. A la primera guerra mundial en el ciberespacio.
Stieg Larsson escribe a Julian Assange, por Fernando Vallespín (El País, 9 de septiembre de 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario