Mejor no leer las sandeces que se dicien sobre Ortega Cano. Impresentables hay en todas partes, y cada vez más. La falta de respeto acojona.
Y es verdad. El antitaurinismo de ratón tiene muy curiosas formas de sacar pecho.
No es que Ortega Cano merezca un respeto por ser quien es, que también. Pero ya que estamos...
lo único que quedaba en el recuerdo era el toreo de Ortega Cano. Lances a la verónica mecidos en su primer toro, dos series excelsas de redondos en su segundo, llevaban la firma del artista y poseían todas las características que acreditan a las obras exclusivas por su grandeza.
La gente se tomaba un poco a guasa la reaparición de Ortega Cano, se oían por el tendido tópicos leídos en las revistas del corazón, no le pasaban movimiento mal hecho y cualquiera de ellos se interpretaba como miedo.
Pero qué miedo... Un torero que se trae al toro toreado, le carga la suerte y le liga los pases es un valiente a carta cabal. Y así toreó Ortega Cano en todas sus intervenciones. Con dudas y reservas al enfrentarse al encastado primer toro; con hondura y templanza al embarcar al pastueño cuarto. Se echó la muleta a la izquierda y no acabó de conjuntar la suerte. Pero tiró luego de trincheras y pases de la firma, y el aroma de la torería embriagó la plaza. Y ahí quedó eso."
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