Fue un 30 de mayo de 1992, en el homenaje a Manolo Montoliu, a quien un toro habia matado un mes antes, el primero de mayo en Sevilla.
Mi padre y yo llegamos tarde: mis prisas --"vamos papá, corre"--, la compra de las entradas, y desde fuera de la plaza los olés. Antoñete ya había desplegado su capote....
Antes, en plena infancia y por televisión, ese mechón ya había empezado a marcarme.
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