Vía :: El País | 'La muleta planchá', crónica de Joaquín Vidal del festival homenaje a Bojilla, publicada el 30 de octubre de 1995.
Le pidieron a Antoñete que pusiese la muleta planchá, para que se viera. No es que Antoñete la fuese a poner arrugá sino que su forma de torear, al ortodoxo estilo -que demanda muleta planchá, ofrecer el medio pecho, cargar la suerte- - es lo que esperaba del veterano maestro la afición. "¡Ponga la muleta planchá, maestro!", se oyó gritar en el tendido. Y fue el maestro y la puso como para perpetuarla en bronce.La presentó Antoñete tan frontera al toro, tan geométricamente perpendicular a su lomo y su línea de flotación, que no cabía más. Cuando la afición se refiere a la muleta planchá quiere decir que no esté oblicua; quiere decir que no adelante el pico al pitón contrario para aliviar la embestida.
La muleta planchá era un símbolo y mostrado de avanzadilla en.
todo su esplendor; vino luego la verdad de la vida, la realidad del
toreo, y ese lo interpretó Antoñete en su cabal grandeza. Toreo sobre la
mano diestra, que por la siniestra el toro iba peor. Toreo de mando,
temple y ligazón. Toreo ajustado en los pases y en los tiempos. El toreo
tal cual es: tres redondos y el de pecho, y no hace falta añadir
ninguna sesión a destajo. El de pecho de remate, o el. cambio de mano, o
la trincherilla, que también esperaba anhelante la afición.
Una
trincherilla instrumentó Antoñete y la plaza se iba a venir abajo. La
trincherilla constituía el símbolo número dos de la torería en estado
puro. Resuelta en triunfo la actuación magistral de Antoñete, la afición
aguardaba la trincherilla de Curro Vázquez, que es otro artífice
paradigmático de esta bella suerte. Y el diestro correspondió con
creces. Muy bien en los redondos, la trincherilla la bordó. Digamos que
fue trincherazo; es decir, la trinchera clásica, corregida, aumentada y
magnificada.
La afición gozó con la restauración del toreo auténtico y el público en
general descubrió que torear no es correr; que el toreo requiere parar,
templar y mandar cargando la suerte y, además, ligar los pases. Con la
muleta planchá, por supuesto. Y volcó en una ovación estruendosa su
reconocimiento, al despedir al homenajeado y las cuadrillas, el maestro
Antoñete al frente
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