13 julio 2012

san fermín 2012/ oreja para el fundi y el juli

Foto :: Berho para Aplausos
Decían, porque cuando lo ves por la tele de ciertas cosas que dicen has de fiarte, que el primero era el feo del lote de los Victoriano del Río y Toros de Cortes, por lo tanto el menos deseado. Eso decían, y resulta que fue el bueno. El mejor dentro de un conjunto desigual y tirando a bajo de presentación. En algo se tenía que notar que era el cartel más fuerte de los sanfermines: en que el toro bajo un ápice o dos o tres.

El gran atractivo era la presencia de El Juli. Por el escenario y por las cámaras. Fuera de las ferias de primera, esta era su primera gran cita, y además su primera corrida televisada de la temporada. Ejerciendo su libertad eligió ganadería, eligió un espada por delante y elegió no hablar por televisión. Tres elecciones (y a lo mejor alguna más) propias de una figura del toreo que intenta guardar su sitio.

¿Y su sitio dónde esta? En Pamplona estuvo metido entre los pitones, ofreciendo los muslos y llevando la tauromaquia a una teórica lucha de posiciones. Que lo desarrollase es otra historia.

Descastado el primero de su lote, sin querer embestir y las peñas del sol cantando la chica ye-ye, parecía como si el morbo de la tarde no se acabara de entender. Las líneas no se curvaron, marcaron hacia afuera. El manso ni se entregó ni quiso. Sin acomple.

El quinto muy suelto de cara y rebrincado en una salida más anovillada que con el aplomo del toro. Puyazos necesarios, aunque tal vez el segundo algo pasado. El toro mejor, El Juli arreó. No estaba metido, y pese a ello inició por alto. La primera serie en redondo. El toro siempre pronto y algo brutote, áspero, y así la faena hasta que El Juli alcanzó su sitio: más efectividad que profundidad. Mata y le dan dos, que Pamplona a veces es muy tombolera. Pero pinchó y se desvió demasiado para dejar un bajonazo al segundo intento. Una oreja. Lo justo.

Sebastián Castella plantó cara al tercero. Pelea igualada en ese toma y daca. Al toro le costaba, pero rompía. Hubo estocada y petición no atendida. Con el sexto, la tarde ya vencida, Castella instrumetó trapazos y finiquitó a sartenazos. La tarde definitivamente se había torcido.

El bueno, el mejor, por su nobleza fue el primero. Intentó El Fundi poder por abajo y se le derrumbó. Era de toreo un tanto más superficial. Toro con virtudes como galopar y venirse de largo, aunque falto de picante. El Fundo sobrio, con poca expresión y sin redondear. La estocada valió la única oreja.

Brindó su último toro en Pamplona el de Fuenlabrada a Sergio Sánchez, torero navarro. Vulgar el toro, vulgar y larga la faena. Pero el amor propio de El Fundi, y su orgullo de matador de toros, le llevó a recrearse en la suerte suprema para matar como sabe. Trompricado al primer intento, a la segunda igual de recto entró, tanto que se llevó una voltereta tremebunda. Auténtico palizón del que se libró milagrosamente de la cornada. Decía adiós a Pamplona sacando a relucir toda la voluntad y torería que le han permitido llegar hasta aquí

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