Plaza de toros de Bilbao, 23 de agosto. Sexta de las Corridas Generales de la Aste Nagusia. Toros de El Pilar, el primero devuelto y sustituído por uno de la misma ganadería, encastados en general y con opciones, salvo el parado y soso cuarto. El segundo, de nombre 'Dulce', fue el mejor. Juan José Padilla (ovación y silencio), El Juli (dos orejas y ovación) y Alejandro Talavante (ovación y una orejas). Cerca del casi lleno (unos 11.000 espectadores)
Fue como un estallido en toda la cara. Una avalancha que se ve llegar desde que el tal 'Dulce' de El Pilar asomó al cielo gris de Bilbao y El Juli su capote. Cómo era el toro y cómo se encajó Julián López. Largo y grande el toro, algo chepudo made in Raboso y tranco emotivo y exigente tras las telas siempre por abajo. Ese quite que acarició con las vueltas, los remates largos, casi en redondo, la media que crujió abelmontada en los mismos medios. Tantos matices en el primer tercio, muy medida la vara, ofreció 'Dulce' desde la casta brava y El Juli los recogió tan perfecto en su lidia con el capote, que la avalancha caía rodando conforme la lidia se sucedía a la espera de ese estallido de toreo profundo a la casta brava.
Todas las urgencias de anteayer se aparcaron, lo mismo que los discursos memorizados para hablar del robo de una oreja de más o de menos cuando se está en Bilbao. A ver: El Juli con 'Dulce' lo bordó, puso cara la feria, y marcó la diferencia sobre todo consigo mismo con 48 horas de diferencia. Del Juli aperreado, al don Julián López que se embadurna de toro, cruje y revienta por abajo, traga y se aferra, roto de cintura y el pecho partido, a la arena y a una muleta que viaja a no más de dos palmos de la misma, y manda una embestida que pesa varios quintales de casta cuando va ahí metida y pasa por la faja y se remata atrás y ya está ahí de nuevo cogiendo los vuelos con ansia.
Verla venir la faena fue el deléite. Toro de nota alta --complicado será que se le discuta el título de toro de la Aste Nagusia-- obligando al toreo. El toreo es obligar, entre tantas otras cosas, sí; pero un toro como 'Dulce' de casta, cierto poder y pies también obliga. La diferencia es palmaria cuando ocurre lo contrario, que es casi siempre.
El Juli había agarrado la sustitución de Manzanares, aceptando así una corrida de El Pilar, un hierro que no figura entre sus predilectos y más habituales. Eso le daba cierto morbo. También recordar el corridón de El Pilar en Bilbao hace un año. De entonces acá, ésta corrida tuvo como promedio de unos 50 o 60 kilos menos (de los cerca de 600 a los 540 y algo de ayer). Era la segunda tarde tras una primera con los cuvillos apretado en exceso y además se juntaba la noticia de que los toros volverán a TVE el próximo 5 de septiembre.
Cuántas cosas para que al final 'Dulce' hiciera acto de presencia, El Juli se rompiera y aquello reventase en toda nuestra cara sin importar nada más. ¿Cuándo iba a estallar? Pues desde que se atornilló para arrancar la faena por alto, pudo suceder en cualquier momento. Salvo en la primera serie, que fue de ajuste. La misma ansia por embestir trastabillaba a 'Dulce' y había que meterlo en la tela con tremenda precisión y ahí aguantar su intensidad. Y en la segunda ya se consiguió eso: la avalancha se veía venir, lo que se intuía. La conjunción sucedía. Toro. Torero. Toreo.
Y al natural reventó incontenible en la eternidad de muletazos rotos unos, encajado de riñones los otros y el toro tras los vuelos repitiendo. Molinetes a la altura de los tobillos y el toro ahí, enroscado a los flecos. Sin respiro, y el torero rebozado de toro. Hasta la concesión más ojedista tuvo la profundidad y las ajustadas mondeñinas precedieron al espadazo rotundo en tan personal estilo. La evidencia de las dos orejas certifican el poder de un Juli que cuando más le exige la bravura, más se revaloriza su tauromaquia y algunas que otras cosas también, pero eso ya excede a la crónica.
Una crónica, por cierto, prácticamente monotemática porque el estallido fue tal que merecía este deteniminimiento y porque lo que siguio sucedió bajó el peso del triunfo julista y la casta de 'Dulce'.
Lo que deparó la tarde no le benefició en nada a Juan José Padilla, que eso sí, se llevó toda la admiración de Bilbao, que puesto en pie le tributó una gran ovación de bienvenida. El primero, descordinado, fue develto y el sobrero también de El Pilar fue de alta exigencia pese a no estar sobrado de fuerza. Llega a estar en plenitud y el atrangantón habría sido de órdago. Muy pegajoso, siempre encima, Padilla le plantó cara no sin algún que otro sobresalto. Meritorio El Ciclón que aguantó hasta que le toro abrió la boca y se defendió. La partida un tanto desagradable se la llevaba el de Jerez. En cambio, con el cuarto la historia fue breve con El Pilar más soso y parado.
El 'dulce' estallido de El Juli tuvo efectos contraporducentes para un Alejandro Talvante, que, pese a cortar una oreja generosa del todo, no tuvo su tarde. Tras una sacudida semejante, se ofuscó y equivocó planteamientos en la faena al primero. Un toro con posibilidades con el que estuvo destemplado.
La oreja Talavante la cortó del sexto, cuando El Juli de nuevo se había adueñado y peleado con un 'Guajiro' de El Pilar con su casta, pero que embestía a puñetazos cuando se le quedaban encima. Al extremeño se le iba la tarde sin un mísero subtítulo. El encastado sexto cerraba una buena corrida con el hierro propiedad de Moises Fraile. Noble y con la punta de casta para admitir series largas, Talavante se motró dispuesto pero destemplado, hasta que las bombillas de las ideas se le fueron apagando paulatinamente. Poco preclara fue su tarde y aún así, por un espadazo se le pidió y concedió el trofeo, que chirría lo suyo por comparación con los orejones de El Juli.
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