Vía :: Levante-EMV | Un artículo de Juan Medina.
El «boom» taurino de los años noventa
enmascaró los problemas estructurales del sector y postergó las
decisiones necesarias que ahora ya resultan imprescindibles si se
pretende la supervivencia económica de esta actividad.La burbuja taurina
empezó a gestarse en los primeros años del siglo XXI, a semejanza de la
burbuja inmobiliaria. Puro crecimiento especulativo, auspiciado por
ayuntamientos que no podían renunciar en sus fiestas patronales a los
principales toreros del escalafón de matadores y que se desmoronó al
carecer de fundamentos de rentabilidad. El brusco descenso de
espectáculos taurinos que se aprecia desde 2007 está ligado a la crisis
económica como su crecimiento durante los primeros años del siglo XXI lo
estuvo a la expansión entonces de la economía española. El sector
taurino, como todos los sectores económicos, ha vivido influido por los
avatares del entorno económico patrio.
(...)
Francia ha sido un ejemplo de estabilidad.
Mientras
en 2001 se organizaron un total de 137 festejos, en 2011 fueron 129:
una reducción del 5,8% en diez años. Sin embargo, el precio de las
entradas a los toros apenas se ha reducido tras la crisis del sector y
la rebaja, cuando se ha producido, ha sido inapreciable si la
confrontamos —por ejemplo— con la caída en el precio de la vivienda.
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