03 abril 2013

pascua de resurrección, pascua de reivindicación (... en arlés)


La riqueza que ha demostrado la Tauromaquia en Arlés esta pascua es para resaltar. Riqueza, variedad, diferencia... y reconocimiento del inmenso tesoro ecológico y genético, artístico y cultural, de emociones y pasiones de carácter internacional que tenemos en nuestras manos. Y si a eso ya sumamos el nivel alcanzado por El Juli en su triunfo histórico en Sevilla... sólo nos queda babear y luego alzar la voz más aún para contarlo y reivindicarnos.

En cuatro tardes la Francia taurina ha hablado y nos ha demostrado como es a través de la televisión. Y más allá de lo sucedido en cuatro tardes de toros, la normalidad y respeto transmitido. Diría que los valores que sustentan la República Francesa se palpan en sus plazas de toros. Lo de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Y seguro que alguno más. Como por ejemplo, el respeto. Se palpan del mismo modo que aquí en la España peninsular al aficionado cada dos por tres se le cae el alma a los pies según palabras de Ortega (Ortega y Gaset, que sigue teniendo razón, claro), aquellas palabras en las que sentenció que los avatares de la Fiesta y del país van a la par y para entender unos, hay que comprender los otros y viceversa.  Y así es, la Fiesta es demasiadas veces últimamente la copia de todo un Estado, sus autonomías y nacionalidades en entredicho y plagado de corruptelas. De forma constante. En una clara muestra de lo difícil que es la misma convivencia y la poca estima entre unos y otros, y la falta de respeto. Siempre pensando mal y acertando.

Si el retraso social y democrático es de unos 40 años respecto a Europa, se puede decir que ya hasta en la gestión de la Fiesta nos sacan ventaja.

El ciclo en Arlés para enmarcar. Y para aprender. La Pascua de Resurrección fue de reivindicación de la Fiesta en su riqueza, variedad y diferencia. Cuatro tardes, cuatro, así y asá, pero cargadas de interés: el interés del toro, su casta, su raza, su personalidad y su protagonismo y el de un puñado de toreros que no fueron a echar el rato.

Apuntó Castella mucha actitud; la superó Iván Fandiño, que cuajó tarde de figura del toreo en un nivel incontestable ante el complicado que apunta al muslo y ante el que permite torear despacio. Padilla volvió a ser de nuevo ejemplar. David Mora demostró valor y temple. Bolívar, la madurez. Y mucha torería en Castaño y Robleño (la zurda de Fernando cómo se templó y se gustó con un Victorino).

Y hubo mucho más, porque la lidia se realzó. El tercio de varas fue aupado a los altares. La bravura se paladeó ahí, distancia de por medio, caballo torero al mando de las riendas, vara al cite, galopes alegres y puyazos en el sitio. El toro fue más protagonista y las cuadrillas también torearon para mayor gloria de una Tauromaquia de contenido inconmensurable.

Y hubo importantes toros, varios, de este o aquel otro encaste. Lo más parecido: Torrestrella y Cebada, que vienen del mismo tronco. Lo demás, un rico catálogo de casta. Nivel en Alcurrucén, también en Garcigrande para el mano a mano Castella vs. Juan Bautista. De Torrestrella varios toros de nota con bastante que torear. Mucha casta en los Cebada, de complicados a menos o más, y una corrida de Victorino de importante serierdad en las formas.

El caso es que un público mayoritariamente francés (en 90% al menos, por no decir más) no se aburrió. Al contrario ejerció como espectador esa labor intelectual en la que se convierte presenciar la lidia y muerte de un toro (más o menos bravo) con total normalidad y la más absoluta atención. Ahí está el disfrute, el placer y el cúmulo de emociones.

Y luego, a unos mil kilómetros de distancia, vino lo de El Juli... pero eso lo contamos mañana.


PS: El activismo taurino hay días en los que no tiene excusa.

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