Foto :: Juan Pelegrín
Fue en el quinto: un toro. Con menos casta de la deseada, mucha menos bravura de la soñada, pero un toro. Sandoval, que ya había dado una lección 48 horas antes, fue recibido con una ovación cuando llegó a su territorio en la contraquerencia. Toro de difícil picar por esa falta de casta. Sandoval movió ágil el caballo, toreó, se dejó ver, dio todas las ventajas, todos los terrernos, se agarró fuerte al primer encuentro, cuando se le vino al relance aguantó de riendas sin buscar sangrar en modo defensivo y cuando ya estaba claro que no, acortó terreno y se fue dando los pechos del caballo hasta donde sí o sí el toro debía tomar el peto, y puso un puyazo exacto, en lo alto. La plaza puesta en pie era un clamor.
Y luego el tercio de banderillas. Tan espectacular como ajustado. Ni un capotazo de más en Marco Galán, y largo el trazo. Muy templado y exacto. Y Adalid y Sánchez asomándose. Riesgo y belleza, gustándose, jugándose el tipo con tremenda torería. Dos expresiones diferentes para interpretar la suerte de las banderillas con tremenda pureza. La plaza en pie a cada par, la vuelta al ruedo pedida a clamor, Sandoval necesario en el homenaje. Algo histórico y una certeza: la grandeza del toreo es tan grande que no dejará nunca de sorprenderte.
La lidia, la buena lidia, cobró total sentido al realizarse en toda su dimensión. Se enseñó conforme y aquello se vivió como todo un acontecimiento. La comparación en tardes de lidia inexistente, de espectáculo recortado y carente de sentido, como si no fuera más que un trámite administrativo, quedó patente.
Ni era el toro más lucido ni el más bravo ni tampoco el más imposible. Era un toro, sin más. Con su punta de casta, su escaso fondo, con sus posibilidades a poco que se le hicieran bien las cosas y que tenía su lidia y su carácter. Perfecto fue todo. La vara medida de Sandoval, la capa templada de Galan y las ventajas que le dieron en banderillas Adalid y Sánchez. Al último tercio llegó el toro refrescado tras la pausa de la vuelta al ruedo triunfal, clamorosa y celebrada por el público.
Tenía no más 20 de muletazos. Tal vez 15 y solo 10 arrancadas francas. Castaño dio distancia. La primera serie tuvo emoción y menos mando. Pero sumó. De eso se trataba. La segunda, también. Al natural imprimió gusto en un toma y daca largo, con el toro ya parándose. Se acortaron terrenos y el toro ya se puso a la defensiva. Ahí es cuando tenía que haber buscado la muerte, pero llegó el pitonazo a la cara. Meritorio Castaño, torero, lució siempre al toro en la lidia, permitió que su cuadrilla lo luciera y solo se equivoco en tratar de buscar lucimiento cuando el toro ya había entregado las cartas. Enhorabuena.
Javier Castaño con Ebanista y Pilarico de... por blogdetauromaquia
La corrida de Cuadri no cumplió las espectativas. Muy baja de casta, sin hacer las cosas por abajo en ningún momento ni entregarse. Aun así hubo tres toros con interés. El segundo, que fue el de más voluntad por humillar y tomar las telas por abajo cuando lo obligaron. Con se pegó un serio arrimón, llegando mucho y tirando de una embestida muy repensada y ante la que había que tragar.
El cuarto, un castaño de mucho poder que derribó al primer encuentro. Tuvo casta y poder, y por eso le dieron de lo lingo en la segunda vara, pero no lo aflijieron del todo y todavía sacó mucha aspereza en el último tercio. Robleño se puso con gran mérito pese al riesgo claro. Con el primero Fernando Robleño estuvo fácil con el noble primero, tan noble que cuando lo tuvo a merced lo perdonó. Y el otro toro de interés fue el quinto, que deparó el gran espectáculo de la lidia pese a no ser un dechado de bravura y tener la casta muy medida, pero más que suficiente como para emocionar a 24.000 almas con torero como Castaño y su cuadrilla. Por su parte, Luis Bolívar se estrelló con un cuadri muy descastado y otro sin transmisión.
2 comentarios:
Gracias por utilizar mi vídeo un saludo Andrés.
gracias a ti por compartirlo!
saludos.
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