06 mayo 2015

"urge emprender un activismo taurino" (by juan medina)


Vía :: Taurología |

Los toros han perdido legitimidad social. El discurso taurino es marginal en la sociedad española. Por contra, el discurso animalista ha ido ganando posiciones en los últimos años, crecido ante un sector carente de una estrategia proactiva. La irrelevancia política y cultural del toreo se refleja en su práctica ausencia en los medios de comunicación generalistas, frente a la presencia sobredimensionada de un movimiento antitaurino que consigue el máximo de ruido con el mínimo de efectivos. Todavía no son mayoría, pero la hegemonía cultural de su discurso acabará construyendo esa mayoría social que propiciará el colapso de la tauromaquia.



Frente al pesimismo paralizante (la decadencia es irreversible) o el optimismo ingenuo (ya escampará), urge emprender un activismo taurino que se nutra de un pesimismo activo (hay problemas reales, pero tienen solución). Necesitamos transformar la percepción de la mayoría indiferente ante el hecho taurino. ¿Cómo? Mediante un argumentario persuasivo, basado en evidencias que contrarresten las claves del mensaje antitaurino y demuestren que los toros no son un espectáculo decadente, anacrónico y subvencionado. Hay que sedimentar conceptos y datos que calen en la opinión pública, y esgrimirlos para motivar y movilizar a los nuestros, neutralizar a los adversarios y, sobre todo, convencer a los indecisos.

Es necesario que la sociedad española sepa que somos la industria cultural menos subvencionada, capaz de generar riqueza y empleo y cuya contribución al PIB superó los 1.100 millones de euros en 2013. Que la sociedad sea consciente de que, sólo por IVA, Hacienda recauda de los toros 60 millones de euros anuales, que permiten financiar necesidades de todos los españoles. Que la sociedad conozca que nunca se han celebrado tantos festejos taurinos como en la última década. Hasta 15.673 en 2013, según los datos oficiales del Ministerio de Cultura, a los que asistieron 24 millones de espectadores en todas las Comunidades Autónomas, salvo Canarias.

Debemos entender el activismo como una estrategia discursiva, de forma que nuestros valores y fortalezas se incorporen como propios de la mayoría social. Así se configura una hegemonía cultural. Y así, una clase política que legisla a golpe de encuestas adoptará decisiones que favorezcan el fomento y el libre desarrollo de la tauromaquia como una actividad cultural más, porque les resultará electoralmente rentable.

El activismo taurino se enfrenta a dos obstáculos. Uno, externo y formidable: el animalismo forma parte del proyecto cultural hegemónico del mundo anglosajón, tras el cual existen importantes intereses económicos. La industria multinacional de alimentación y cuidados para mascotas mueve una cifra de negocio anual de 100.000 millones dólares. Su estrategia de humanización de los animales afecta directamente a la supervivencia de la tauromaquia.

El otro, interno y no menos formidable: cambiar el negocio taurino es tan difícil como cambiar un cementerio. Podemos plantear muchas iniciativas, pero no esperemos colaboración de los de dentro. En cualquier caso, como nos ha enseñado el ejemplo de la Francia taurina, los resultados se consiguen con trabajo y discreción. Dos capacidades ajenas a la nomenklatura taurina española.

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