El tentadero estaba apuntado. El Soro iba a lo de Jovaní y el sorismo fetén, con él. La preparación está siendo exhaustiva. Se está quedando fino. La muñecas fluyen y las telas las acaria con las yemas y poco más. La técnica es pura seda. La máxima belmontina es su primer mandamiento. Para torear hay que olvidarse del cuerpo. La mente está en el toro, en Fallas, en el 16 de marzo. El camino está siendo constante y en él se ha encontrado a una vaca para soñarlo muy cerca de Sant Mateu, donde el Maestrat. Una vaca de nota. Brava en el peto. De cuatro o cinco puyazos sin el mínimo renuncio. Fijeza y entrega en las manos de El Soro.
Puedo decirlo. He visto a El Soro cuajar una vaca de nota en lo de Pedro Jovaní. Las caras de felicidad les delatan.
Su salida. La brega exacta de Raúl Martí. La alegría en el peto. La fijeza. Abajo.
Tras esbozar las chicuelinas, el temple de El Soro. Con tres muletazos estaba más allá de los medios. Andando, abriendo líneas. Sin forzar, pero la embestida fija en los flecos.
Cada vez más allá. Muñecas engrasadas, y también la cintura. Largo y hondo. El concepto, al natural también. El Soro rompiéndose.
La verticalidad.
Y más allá. Ni un fallo. El pulso exacto.
Y la borrachera...
El arrimón.
Y el toreo.
Y la barbaridad. Domada la bravura, metido entre los pitones y desarmado, El Soro puso la mano, citó y le sopló ese muletazo con la palma y lo vació. Lo que va de la foto de arriba a la de abajo. Yo lo vi.
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