Una gozada para los chavales, que tuvieron material para decir, deletrear y soñar el toreo en esa primera parte del festejo. Otra cosas es que lo lograsen, que va a ser que no. Los chavales en cuestión eran dos de Castellón --Sedano Vázquez y Héctor Edo-- y uno de Elche --Adrián Velasco--.
Frío en exceso Adrián Velasco en su primer turno. Mucha corrección y poca expresión. La media a pies juntos con la que abrochó el recibo del segundo de su lote tuvo mucho más mensaje que todo lo dicho anteriormente. Por suerte, cambió el chip en lo que va del primero al cuarto. De una faena mecanizada a otra en la que anduvo más suelto, menos atenazado y en la que, sobre todo, ganó en expresión y transmitió de forma más sentida el toreo. Pero esta vez el eralito, el más aparente hasta el momento, sacó mansedumbre y buscó repetidamente las tablas. Ahí ligó muletazos con carácter. Falta hacía. No volvió la cara, se apretó con el novillo, apareció por fin el ajuste y remató de estocada. Dos orejas a la faena de mejor argumento de la tarde.
Sedano Vázquez se encontró con el segundo de la tarde. Eso ya es para celebrarlo. Tan poca cosa como rebosante de calidad, y un galope para enamorar. Tiene empaque Sedano. La falta de fuerzas no perdonó los tirones. Pero ver al eralito cuando ya le habían pegado cuarenta muletazos arrancarse desde 20 metros era realmente bello. Muy compuesto y muy a media altura estuvo Sedano en una faena que quedó sin compactar ni espada. Una oreja.
El quinto también aumentó en seriedad. Algo más de cuajo. Más ápero en las formas. Le exige a Sedano, quien poco a poco va gobernando la materia. Empujando más allá los muletazos. Exigiéndole ese último tramo por el pitón derecho. Por el izquierdo tiene más carbón. Para variar la faena se alarga y se enreda. Colección de pinchazos y oreja paisana que le abre la puerta grande.
Héctor Edo tuvo su momento más brillante en el sorprendente quite por espaldinas al segundo de la tarde. Inverósimil de tan ajustado y limpio. Luego ya quiso hacer de todo, una vez salió mejor y otras peor. Lo que sí le sobró fue el exceso de velocidad. Después del quite por espaldinas se metió raudo en el callejón y empezó a andar, mientras su compañero Sedano se veía obligado a repicarle. En vez de quedarse ahí y dejarse ver después del pedazo quite o seguir con atención la lidia. Era la prueba cierta de lo muy tierno que está.
Se fue dos veces a porta gayola, de la segunda salió arrollado. Tiene condiciones y facilidad para banderillerar, pero está haciéndose. Todo voluntad. Muleteó con afán, pero sin rumbo fijo. Acertado a espadas. Una oreja y dos orejas fueron su generoso balance.
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