Fotos :: Juan Pelegrín
Román coqueteó con la puerta grande de Las Ventas con una auténtica exhibición de sus cimientos, un valor natural de espanto. Esta sería una lectura. Otra, más extensa es la que echa a Román al pozo tras precipitarse(?) en las Fallas de 2015 y ya no vuelve a vestirse de torero en toda esa campaña. Ese Román que se rearma y (re)aparece en Fallas un año después --ya marzo de 2016-- con la misma voracidad pero ya más templado y convencido de todo lo que quiere. Ese Román al que Ponce le abre las puertas y le confirma la alternativa el 19 de mayo. Aquel día, con solo un toro porque el otro se le parte una mano, tal vez cuaja su mejor faena del año en Madrid, pero pincha. Luego vendrían dos tardes más. La del 15 de agosto se la gana por su paso por San Isidro y por su triunfo en València y acaba cortando una oreja. La tarde de otoño, ésta que nos ocupa, arroja otro trofeo y bastante más: la exhibición de sus cimientos.
Los cimientos --fonaments en valenciano, de fundamentos (fundamentales)-- naturales del torero son el valor sin aspavientos ni artificios. Natural y sincero. Quedarse quieto como un palo y plantar cara y muleta a un lote de fuenteymbros de intenciones enrevesadas. Con el tercero, el castaño 'Laminado', la cosa se preveía más manejable. Más según habían salido los dos primeros. Además, parecía que tendía el toro a perseguir los vuelos. Bajo, pero hecho cuesta arriba, como aleonado, no sé picó bien. Por el derecho enseguida encendió las alarmas al marcar intenciones toblilleras al segundo muletazo. Román se libró por lo pelos. La faena de ay. De emoción. Y de un torero capaz. De tragar y pisar aquellos terrenos donde asentar cimientos/fundamentos y contruír el torero que pretende ser. Una forma de soñar despierto donde cualquiera tendría pesadillas. Valor más emoción y estocada. La exhibición convencía a gran parte del público y Román recibía su segunda oreja del año en Madrid.
El sexto, de nombre 'Emperador', no bajó la gaita ni de casualidad. Ni se entregó. Y con sus oleadas se citó un Román que hasta entonces administró la tarde con tremenda inteligencia. Desde su primer quite al toro segundo por saltilleras --qué toro, por cierto--, las formas de dejar en suerte a sus animales con el caballo, o a su primero el saludo con una rodilla en el suelo o el inicio suave de muleta. Todo parecía estar bajo control, pero en el sexto echó la moneda. El intento frustrado de arrancar por estatuarios, del primero el toro salió despedido a terrenos del cuatro buscando la M-30 de mansos en Las Ventas. Y allá que le puso la diestra y tragó con emoción y transmisión. Toma y daca. Una serie Román la dota de amanoletada verticalidad. Las Ventas está en tensión. Ya tocaba. Y en uno del desdén llegó una voltereta feísima. Pero los cimientos del de Benimaclet eran más profundos. Otro del desdén y otra voltereta. La manoletinas infartadas... y una pinchazo! Ovación en lugar del orejón.
La tarde fue de Román. Los dos primeros Fuente Ymbros tuvieron un nobleza, profundidad y repetición que no sacó ya ninguno del lote. Eugenio de Mora estuvo intermitente con 'Lanudo' y Juan del Álamo no se acopló a esa máquina de embestir que se llamó 'Hechizo'. Sin entrega y desrazado el cuarto; el quinto, muy parado y quedándose debajo cuando ya no quedaba fuelle, confirmó la mala tarde de Juan del Álamo, que además se llevó una paliza seria.
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