09 septiembre 2007

hablaremos también de josé tomás

Porque es la moda. En El País y El Mundo, los últimos. También Pablo G. Mancha se ha extendido lo suyo, y bien. La reaparición de José Tomás en Barcelona fue un auténtico suceso y desde entonces los artículos a favor, en contra, panegíricos en toda regla y al contrario se han ido sucediendo. Las ideas no se agotan, José Tomás con su temporada ha ido dando argumentos a unos y a otros: la polémica.

Porque tiene que haberla, incluso el pasado 25 de agosto en Bilbao había aficionados que en los dos primeros toros de la encerrona de El Cid intentaban crucificar la tarde por hache o bé. Luego, pasaba a la historia y asentían. Qué remedio.

Estoy seguro, que las del 17 de junio y 25 de agosto han marcado la temporada de 2007 y han escrito dos páginas en la historia de la tauromaquia. El Cid y José Tomás son dos toreros de similar concepto y diferentes argumentos. El Cid se encumbró en Bilbao como torero enormemente largo. José Tomás ha sido, es y será torero corto en toda su extensión. Sus temporadas, bien diferenciadas en sus planteamientos (también en sus circuntancias), han tenido un eco constante, pero evidente, lo de José Tomás ha desbordado mucho más allá del ámbito taurino. En otras palabras, lo de El Cid me veo obligado a contarlo, por José Tomás me preguntan.

José Tomás en la tarde de su reaparición en Barcelona con su primer toro.


Irrefutable, José Tomás ha devuelto ilusiones al mundo de los toros como probablemente nunca se haya vivido. Con su verdad, sus formas, sus maneras, su escenificación austera, trágica, sus gestos, su silencio, su literatura y su círculo ilustrado de palmeros, su hermética mente y, sobre todo, su toreo. Cierto, con una temporada a modo pero afrontando cada tarde al máximo. José Tomás es un torero corto, con un escaso abaníco de recursos, lo suyo, su tauromaquia simplemente es cargar la suerte, casi de frente y cruzado con el toro, echar la muleta adelante y torear con las manos muy bajas, con la zurda principalmente (como El Cid), ajustado y rematando muy atrás siempre. No hay más y no es poco.

Las cornadas, o en el mejor de los casos, la simple voltereta, llegan tanto por torear, quedarse en el sitio y pasarse al animal por la barriga, como por quedarse descolocado, por una simple falta de recursos o al contrario por un exceso de confianza del torero y también por puro sentido del toro. La obligación del toro, no estoy de acuerdo que sea la de coger, es embestir, de una manera, otra o de ninguna, a los estímulos que recibe durante su lidia.

Por cierto, preparando este post estaba viendo la corrida de Monòver televisada por Canal 9. Plaza de tercera, toro de tercera manipulado hasta las trancas, naturalmente. Serafín Marín ha toreado a la verónica excepcional y ha triunfado, Julito Aparicio sólo con ganas en el primero, ha pegado la "espantá" en el cuarto y Francisco José Palazón, que ha dejado un par de series al natural buenas en el tercero, ha tenido en el sexto uno de los que saben latín y que por el "tocado" pitón derecho cazaba moscas. Se quedaba corto y buscaba. Falta de recursos, a Palazón le costó correr la mano y en un de pecho despegado, lo cazó y le ha metido el citado pitón, certero, por la ingle.

Además de todo, "sus rarezas" a José Tomás lo convierte en torero incómodo. Para la prensa y para las empresas, sin embargo necesario por único. Como dice Pablo G. Mancha: "no lo pueden controlar". Y creo que a los aficionados nos puede pasar igual: José Tomás trasciende más allá y no lo podemos controlar. Nuestra obligación es decir dónde se encuentran los límites y esperar sin demasiados prejuicios (esto será lo complicado) a las citas importantes. Llegarán. José Tomás no ha regresado con medias tintas.

El de Galapagar en Barcelona, también con el toro de su reaparición.


Acabando ya, completo el post con lo que escribí ya en el blog de Betialai en su artículo titulado "La torpeza":

"Sólo he visto a José Tomás una vez en su reaparición. Fue la primera tarde. Luego de cada revolcón, sólo por lo que veo y lo que se cuenta y escribe, la dramática voltereta de Málaga sucedió por ponerse en el sitio y echarle la zurda. Sin mando, el embroque fue del toro con el propio cuerpo del torero. En Linares dicen que estaba avisado, por lo que que la cornada es a todas luces evitable.

Torpeza, no. Simplemente falta de recursos. José Tomás se ha impuesto en infinidad de ocasiones así, dicho vulgarmente, por cabezonería. Una faena, con un toro-toro, en Madrid, en la corrida de Beneficencia del 99. En su época de verdadero esplendor. José Tomás, quedándose en el sitio, con la muelta por delante, cargando la suerte, acabó rompiendo a un manso entre el tercio y las tablas. Es su único recurso. A José Tomás lo acepto con un único recurso, de ahí surge todo lo demás, la emoción principalmente. Y también de su inhóspita mente.

Por lo demás, escenarios y ganado con el que está haciendo su temporada no son los adecuados y siempre han tenido detrás las sospechas de todos. Sus formas unas veces recuerdan al primer JT y otras al que iba de capacaída.

Como dice Bastonito, la comparación con El Cid es un insultó. Habrá tardes buenas y peores, pero El Cid, que suele mentir mal, ha sufrido lo suyo para estar bien delante del medio toro, del pastueño, medio bobo o entero, y lo hemos visto aliviarse a veces y otras entregarse, pero nunca atropellando la razón. Tiene El Cid, en cambio, una alta gama de recursos. Poder. El otro día desplegó unos cuantos en Bilbao con lo que es una corrida de toros. Toros. Pocos le hubieran sacado faena a los seis, y cualquiera tal vez habría sido revolcado en más de una ocasión. A El Cid sólo le levantaron una vez los pies del suelo y fue casi inevitable. Lo que es el toreo, que una veces vencen la fuerzas centrípetas y otras las centrífugas. Pero nosotros qué queremos, entre otras cosas: que se atoree con ajuste, ¿no? Pues lo que pasa. Pero también razón. Sí, y además a un toro. Toro.

En mi pueblo, Catarroja, hubo un novillero, Antonio Carpio, en la línea de Belmonte, y decían de él lo mismo que del de Triana. Era una mezcla explosiva: la falta de recursos, la ternura del novillero, el valor desbocado atropellando cualquier razón. A paliza casi por tarde de aquellos "novillos" de 1915 y 1916, al final uno lo mató en Astorga (27 de agosto de 1916). Clarito en sus memorías lo nombra en dos o tres ocasiones, y sólo fue novillero en plena edad de oro."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo recuerdo que mi abuela (que tb era catarrojina) me cantaba una canción sobre Antonio Carpio. A mi me encantaba. Cuando en todos los santos visitaba el cementerio de Catarroja con ella, me paraba emocionadisima delante de su tumba, y tarareaba la canción. Me aacuerdo muchas veces de ella, aunque mi abuela falleció antes de que pudiera aprenderme la letra (yo tenía apenas 9 años), y lo unico que recuerdo es que "sus hermanitas ya no usan sombrero"...