16 de marzo de 2008. Toros de Fuente Ymbro para El Califa, El Cid y Miguel Ángel Perera.
Sacudido el triunfalismo de la víspera, ya costó todo como mucho más. Siempre el día de la plantá le deja a uno baldao y más siendo sábado como ayer, por eso la corrida de Fuente Ymbro ha estado en tris de indigestársele a más de uno.
Valencia es plaza de los fuenteymbros. Su cima es la de Harinero hace ya dos años, pero muchos somos los que nos acordamos de aquel novillo llamado Volante y que puso en candelero a Tejela y al ganadero. Y así ha ido ganando cartel, a base de casta y bravura, gratos recuerdos que nada han tenido que ver, o muy poco, con esta tarde fallera.
Corrida chica, sin trapío y discreta de pitones, impropia de una plaza de primera. Que tuvo muy bajo el depósito de casta y escasas dosis de bravura. De éstas últimas quien mejor servido fue es el primero (bis) de nombre Codicioso y de pelo colorado. Picado con precaución quedó boyante por ambos pitones y El Califa, tras el cambiado, atacó por ambos fiel a su estilo, y tal vez debería haber insistido más por uno u otro para reafirmar el argumento de la faena. Pero el ahora por aquí, ahora por allá, aunque siempre por abajo, acabó por dar demasiadas ideas al toro, que se comportaba haciendo honor a su nombre. Cuando El Califa cuadró para matar, al toro ya no le interesaba demasiado la franela y esperaba con la cara alta. Tras un pinchazo, fue el toro quien sorprendió cuando estaba igualado y volteó a José Pacheco de fea manera, que lo pasaría mal para meterle la espada antes de pasar a la enfermería de la que ya no saldría.
Sería El Cid quien mataría uno más. Al primero de los tres (segundo bis, sustituyendo al titular un precioso y chicho toro más albahío que jabonero que se partió los dos cuernos por donde la mazorca se estrecha camino del pitón, justo hasta donde estaría enfundado el animal, al hundirlos en el albero tras el tercer lance) lo lidiaría perfecto, aunque suene desorbitado el verbo "lidiar" hoy en día, hasta la estocada que quedó defectuosa. Se llamaba Hablador el toro, éste alto, con cuello, suelto de carnes y poca ofensividad. El Cid andó sobrado de temple y más fácil imposible. Le dio ventajas y el toro pareció venirse arriba, pero de eso nada. Cuando El Cid le marcó el viaje una y otra vez en tres series, se fue el animal en busca de las tablas para pegar allí su trasero.
A tercero y cuarto la tablilla les anunciaba pesos por debajo de los 500 y nada más les acompañaba para rematar el trapío exigido. Anovillado, el de Miguel Ángel Perera todavía mantendría el tipo, aunque ante la vara respondió saliéndose suelto, aguantando faena en los medios sin demasiadas exigencias y no demasiado temple, porque de cada dos limpios, un muletazo salía tropezado. Mientras que el cuarto salió siempre pensando en otras cosas de cada uno de los muletazos de El Cid. A éste toro, Alcalareño le había soplado los dos pares que serán los de la feria.
El quinto desesperaría por su sosería y nula emoción, lo mismo que un Perera que no quería ver la realidad. El sexto sacó falsa bravuconería de salida y le arrancó por dos veces la capa las manos a El Cid. Más serio, aunque de fea constitución, en el caballo le dieron lo suyo, y lo que quedó era el fondo de una tarde, los vanos intentos de El Cid, más pensando en su tarde de al día siguiente, y a la vista el fondo del depósito de la casta en los Fuente Ymbro, que se ganaron con ella merecida fama no hace demasiado.
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