Valencia, 22 de julio de 2008. Toros de Santiago Domecq, Hnos. García Giménez, Ana Mª Bohórquez y Lagunajanda, para El Juli, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera.
Valencia tiene Fórmula 1 en sus calles y no hace mucho tuvo a los mejores barcos navegando por sus costa. Fachada y glamour pasajero. Tiene también conciertos de superestresllas mundiales como Madonna, y para su plaza de toros -sí, toros- lo que quiere son figuras, de las que lucen y llenan los tendidos. Pero se olvidan del toro, y la categoría del coso queda relegada a plaza de talanqueras cuando por chiqueros se permite que salten al ruedo inválidos animalejos sin casta ni trapío, además de manipulados.
Es lo que está pasando. Lo que pasó hoy mismo. ¿Un corrida de toros? No, una corrida de toros es cualquier cosa excepto esto, que sucedió con el visto bueno de la empresa, las figuras y sus mentores, los ganaderos, la autoridad y una afición atontada a través de una prensa que nunca desde Valencia ha llamado al pan, pan, y al vino, vino por respeto a la clase política que da de comer.
No, no fue una corrida de toros porque no hubo seis toros íntegros, luciendo el trapío exigido en una plaza de primera. Del primero al último, los seis -de Hnos. García Giménez (1º y 6º), Santiago Domecq (2º y 5º), Ana Mª Bohórquez (3º y 4) y Lagunajanda (6º bis)- fueron protestados por su falta de trapío, sus pitones de risa o su falta de fuerzas. Y el palco en última instancia permitió el escándalo, ignoró toda protesta, permitió el lamentable espectáculo y puso la última piedra para convertir a Valencia en plaza de talanqueras. ¿Cómo serían los toros rechazados de la ganadería titular de Santiago Domecq?
A través de actos sin importancia el presidente demostró su servidumbre al sistema. Si hace tres días a Ángel de la Rosa en el momento de solicitar el cambio de tercio se le obligó a desmonterarse, no sé porqué hoy a El Juli le entendían desde arriba perfectamente cuando dibujó una espiral con el dedito para pedir lo mismo. A sus órdenes, mi figura; la próxima vez toque la campanilla.
Fue en el primero, en medio de las primeras protestas. Las mismas que se irían sucediendo, toro, tras toro. Ganando en intensidad hasta que apareció el quinto, con el nombre de 'Ganadero' y su estampa lo decía todo. Se cayó en repetidas ocasiones, embistió tambaleándose y cuando Manzanares acabó de espadazo, la plaza entera se giró al palco y le tributó la mayor ovación de la tarde. No enterarse la empresa, la propiedad de la plaza y, sobre todo, los espadas anunciados que de aquella ovación también tenían su parte correspondiente, es de tontos que no se enteran de lo que pasa a su alrededor cuando son partícipes de haber perpetrado una vez más la gran patomima a la que se ha visto degradada la fiesta y de haber engañado -meterla doblada también suele decirse- al público que paga y pasa por taquilla.
Por todo esto es un error entreterse en contar cómo estuvieron El Juli y Manzanares o Perera, porque poco importa, porque sus actuaciones estaban alejadas de los principios básicos de la lidia al faltar lo que realmente importaba, la seriedad del toro. Y es una pena, porque Perera estuvo importante en el tercero, pero aquello era muy difícil tomarlo en serio.
En el sexto al fin fueron atendidas las protestas y salió uno de Lagunajanda que con hechuras anovilladas, tuvo casta y fuerzas y además apretó bien en un primer puyazo y en el segundo tuvo voluntad de empujar. Con este Miguel Ángel Perera demostró que el momento especial por el que atraviesa ya no es casualidad. En la primera serie el toro embestía con pies y por arriba. En la segunda, con la misma intensidad, Perera templó, bajó la mano y mandó. Con la planta asentada sobre la arena, sobre los riñones. El toreo ligado, enganchado: el remate y otro muletazo perfectamente identificado del anterior y del siguiente, pero empalmados. De adelante hasta atrás, muy largos y perfectamente rematados, y otro. Faena importante. También al natural agarrando el palillo por su mismo centro. El efectismo de los circulares, las bernardinas y un espadazo. Petición de las dos orejas. Desde el palco le concedieron una, y daremos las gracias porque a ver quién es el guapo ahora de tapar el gran escándalo.
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