A estas alturas ya empieza a picar bastante eso de no tener ninguna corrida de toros a la que asistir en breve. Tanto, que hasta la posible encerrona de César Jiménez en Valedemorillo me ha engatusado por eso de cuanto antes, en febrero, mejor. Mientras, vamos echando el rato asomando en algún sarao taurino --los menos--, viendo a El Viti en el campo o en Sevilla, leyendo cosas de Curro, de cómo el encaste bodeguero sobreabunda y lo seguirá haciendo o asintiendo ante una buena colección de post sobre la primacía de la suerte de varas, y a la vez escuchando revolverse a los taurinos en los despachos que es donde peor lo llevan.
El último titular lo ha dado ese abogado que se ha rodeado de toreros y que se llama Joaquín Moeckel. Al parecer trata de convecer a los toreros de que son ellos los que mandan en la fiesta. Que ellos son los que representan a algo parecido a la patronal frente a los sindicatos que agrupan a banderilleros, picadores y mozos de espadas.
Además, Moeckel les ha puesto al día sobre lo que se cuece en Catalunya, en el polémico reglamento vasco que tan poco gusta al taurino profesional y sobre los que están por llegar, como el de la Comunitat Valenciana. Por todo ello, tienen quedada el próximo domingo en Madrid.
Y al final lo que queda --quedará una vez más-- es una clara disparidad de intereses (entre aficionados y taurinos de pro) sobre la típica pregunta: ¿Quién manda en la fiesta? Como siempre, en fin, nada nuevo bajo el sol de invierno. Una pena que el toro no pueda hablar, sí.
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