Y ayer mismo se estrenó uno mismo con el artículo: 'Seny' y respeto.
El Parlament de Catalunya tiene sobre la mesa la posibilidad de prohibir las corridas de toros. Más allá de las fronteras de Cataluña, es decir, en lo que algunos dan en llamar Països Catalans, la fiesta de los toros se desarrolla en libertad y sin apenas amenazas (por lo general, a nadie se le ocurre ir más allá del mero insulto, de la retahíla de palabros que suele arrojarse a los taurinos: asesinos, bárbaros, sanguinarios, fachas, fascistas, españolistas, etc.).
Sea como sea, en comarcas como L’Horta (València), La Plana o el Maestrat (Castelló) o, ya en Francia, en la localidad de Céret, la fiesta se desarrolla sin mayores sobresaltos. En libertad. Una libertad que, como decía, el Parlamento catalán podría abolir a no mucho tardar. Y hacerlo esgrimiendo la defensa de un animal, el toro bravo. Si se propicia tal medida, se hará desde el más profundo desconocimiento, y tratando una minoría de erigirse en posesión de una razón absoluta que trata de guiar los designios de un pueblo, implantando su propia doctrina y negando aquello que según cree no le conviene al resto pese a que siglos de historia lo contradigan. El proceso con el que pretenden dar garrote a la fiesta de los toros está lleno de martingalas propias del género político nacionalista, que es, en su versión más urbana, el que ha generado esta situación, amparándose para ello en movimientos que, supuestamente, enarbolan la defensa de los animales y que le vienen como anillo al dedo para dictar qué es cultura catalana y qué no lo es.
Lo curioso de todo, más allá de la imposibilidad de negar la tradición taurina de Catalunya en sus plazas y calles, es que mientras el género taurófobo ha estado en contra de la lidia y muerte del toro en la plaza, el toro bravo –verdadero quid de la cuestión de todo esto, como animal, como especie y como auténtico tesoro ecológico– ha llegado hasta nuestros días gracias al respeto y conocimiento que aficionados y taurinos le han profesado históricamente a este animal desde su selección y nacimiento hasta su misma muerte.
Así, en manos de los actuales miembros del Parlament de Catalunya, sobre todo en las de los dubitativos diputados de CiU y el PSC, está la posibilidad de acabar con las corridas de toros y, al tiempo, negar su cultura y el respeto a los que de su afición han hecho una forma de ser (aficionado), pensar (la ética taurina), vivir (la verdad de la fiesta), sentir (el toreo), creer (en la bravura) y amar (al toro bravo por encima de todo).
No hay más. O prohibir, abolir, reducir la libertad e imponer el pensamiento único; o utilizar el seny –sentido común– y practicar el respeto. Es así de simple.
3 comentarios:
Andrés has estat a gran altura, hi ha que seguir endavant, lluitant front als "antis" però sobre tot contra els taurins que son els que més mal fan, en tots els àmbits, ¡no hi ha que deixar pasarlos ni una!.
Per cert, també hi han periodistes mediocres "trebaiant" i altres ho teniu més difícil, però, al final cadascú al seu lloc. ¡Avant sense por!
Un abraç.
al final se impone el pensamiento único
saludos
Una manifestacion deonde estemos TODOS, apolitica y los aficionados vascos, navarros,gallegos, asturianos, andaluces, madrileños...JUNTOS, nada de nacionalismos ni tonterias, manifestacion con una bandera LAS FIESTA Y EL TORO!!!!
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