Se atrevió incluso a medirlo en porcentajes. Y los que estábamos allí tratamos de explicárselo: El toro es lo más importante, su respeto e integridad, su bravura o su raza, son primordiales. El toro es eje de todo y sin toro lo que pueda suceder en una plaza no importa.
Es más, si el toro no fuera el elemento más importante de quienes participan en las corridas de --precisamente-- toros, de alguna manera se le estaría dando la razón al colectivo antitaurinos. Si el toro fuese un elemento secundario y sin importancia en la corrida, sí se podría hablar de tortura y probablemente este arte o espectáculo no nos gustaría.
Y ahora, para acabar, me vienen a la cabeza las palabras del poeta Paco Brines que leí no hace mucho:
El delicado equilibrio del ser del toreo, (...), dicta altas y difíciles exigencias en los tres protagonistas de la Fiesta: el torero, el toro y el testigo. Arte, dominio y valor en el primero; en el segundo, la íntegra fortaleza en su impulso inocente; en el espectador, sensibilidad y conocimiento en la mirada, y lo que quizá resulte más paradógico para los enemigos de estas celebraciones: una extrema vigilancia moral. Y este es el delicado equilibrio que exige el toreo para poder seguir siéndolo.
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