Dirán de las verónicas de Morante de la Puebla. Pero habrá que quedarse también con la vergüenza, pundonor, sinceridad y torería de Padilla. O el intento de Castella, del que por cierto, cada día que pasa, parece que la faena por naturales en San Isidro al Victoriano del Río no deja de crecer.
Pero ni unos ni otros taparán la realidad: la nefasta corrida de Beneficencia. Un auténtico petardo con tufo a timo. Un timo multiplicado porque la taquilla de la empresa esta vez se multiplica por equis, que son los que han pagado por ver las retransmisiones por internet. Por eso no estaría mal que se informase de la audiencia total.
Como tampoco estaría demás que finalizado el esperpento alguno de los responsables, por vergüenza y sanidad, diera el paso al frente y contará sin tapujos todos los dimes y diretes que han llevado, desde la mañana en los corrales hasta que se arrastró el último, a la corrida de Beneficencia a la más absoluta decepción.
¿Esperamos sentados?
No pasó la corrida de Valdefresno entera por oscuras razones: la patata caliente se la pasan unos a otros y sospechosos son casi todos. Se remendó con dos de Victoriano del Río (primero y sexto) y al final no pasó nada.
Era, recordemos la corrida de Beneficencia, el festejo más importante de todo el año. Eso era antes. Ayer ni tuvo una corrida completa ni se vio por televisión, ni mucho menos en abierto, solo por internet. Y luego dirán que eso es el futuro.
El esperado Morante de la Puebla abrevió en uno y en el otro dejó un puñado de verónicas de nivel. Algún redondo con el toro a menos y unos doblones la mar de toreros cuando ya ni venían a cuento en los que untó muy bien por abajo al animal. Mató fatal, y eso pesó más que los pellizcos buenos que dejó. Y es que Morante es uno de los principales responsables de que la tarde empezará como empezó y acabara como acabó.
Castella se las vio con un inválido primero y le ligó faena de la casa al sexto hasta que el fondo de casta le duró.
Fotos :: Juan Pelegrín |
Padilla puso eso, vergüenza y torería. Se aferró en unos terrenos comprometidos ante dos embestidas mansas y muy a menos. Por exceso de confianza y pundonor se llevó una voltereta sin consecuencias. Su vuelta a Madrid fue un ejemplo más. Cada vez más evidente. Más de un Padilla haría falta.
Y más claridad en los oscuros callejones y corraletas en los que se juega con la ilusión de miles de aficionados, que al final de la partida serán los que mantendrán esto. O no: así, con petardos y timos como el de esta Beneficencia, es muy fácil que más de uno se vaya dando un portazo.
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