El palco presidencial de la Plaza de Toros de València premió de forma exagerada una faena de marca blanca made in Perera, cuando el suceso de la tarde séptima de Fallas (por cierto, magnífica entrada) fue Román con el toro 'Amante' en una obra cargada de auténticos calambrazos de emoción, expresión, toreo y sinceridad.
De Román y 'Amante' al garrafal error del presidente Amado Martínez al abrirle la puerta grande a Miguel Ángel Perera. No se recordaba una puerta grande tan protestada en València. Sucedió en el quinto. Un Victoriano del Río que no pasó de manejable e inexpresivo de nombre 'Dulce', pero bajo en calorías. La expresión anovillada. Muy lavado el burraquito. 550 kilos sin trapío ni remate. Curro Javier banderilleó vistoso y saludó la ovación.
La faena fue eterna. De insaboras líneas rectas. No hubo redondez hasta el último tramo, cuando se acumularon circulares, ochos y tirabuzones. Rotunda la estocada, sí... y una justa oreja pedida por la mayoría. La segunda simplemente le apeteció concederla al presidente para rebajar un tanto más la exigencia en el coso de la calle Xàtiva.
Si el segundo se despanzurró el sospechoso pitón en el peto y sangró por ahí o si la corrida de Victoriano de Río, otra más, se compuso de retales, cuatro de ellos cinqueños y el trapío hubo que buscarlo con esfuerzo, eso no sonroja a la autoridad.
Hasta que el palcó viró el rumbo, la tarde traía el sello de Román. Sus gatos en la barriga rugían. No perdonó un quite. Se apoderó en los medios del segundo por tafalleras y gaoneras.
Salió el tercero: Amante. Montado. Enseguida dice que no. Se frena y se distrae. En la primera vara le meten un buen trancazo. Y en banderillas El Sirio se mete entre los mismos pitones.
Román lo empieza con tres doblones. Al tercero echa las rodillas y sube el fader a tope. Se hunde de riñones y liga dos redondos. Riza el rizo para ligar el de pecho o la trincherilla y 'Amante' le da un zarpazo que lo sube a la primera naya. Sin consecuencias.
Pero a mil por mil. En los medios le propone la muleta plachada. Y lo sujeta por abajo. La emoción hace crujir los tendidos. Muy largo y necesariamente mandón en redondo. Cada muletazo es como un calambrazo. Y la muleta plana. Con la izquierda intercala dos tandas. En la primera lo acaba por templar y sentir y en la segunda le canta la gallina y el 'Amante' le dice ya no te quiero. Pero Román estaba enamorado. Cinco tandas, y un arrimón de infarto. Los cambiados, el circular meritorio por imposible, otro, y en la arrucina se vuelve a librar. La estocada tuvo el defecto del derrame. Pero estaba arriba. Orejón indiscutible para un Román, amo y señor de la tarde que demostró sello propio.
Fue el momento más intenso de la tarde, también de la feria: ese cruce de miradas entre Román y su 'Amante'.
El resto quedó espeso y anodino. Y los muletazos para el palco cotizaron al peso.
Sebastián Castella con 'Aturdido' se encontró con su genio defensivo. Toro serio, hondo y grandón que pasa el trámite del caballo. El inicio por doblones lo afligen. Labor sorda, de tragar, pero también muy larga. Y con 'Vampirito', el cuarto, el trasteo de Castella resulta desordenado y nada fluido. Como si estuvieran llevándose siempre la contraria el uno al otro.
Perera se cruza con un Jilguero, montado y culo pollo, que marcó querencia de chiqueros enseguida y no tuvo más historia. Y el 'Jungla' que hizo sexto era más bien un desierto en el que no pudo adentrarse Román. Más allá del buen tercio banderillas --se desmonteraron Raúl Martí y El Sirio-- no dio para más y Román se quedó con toda el hambre en la boca después de haber puesto la tarde a mil. El palcó, en cambio, la tarde la cabreó.
16 de marzo de 2017, Plaza de toros de València. Toros de Victoriano del Río, cuatro cinqueños; corrida desigual, mansa y desrazada. Sebastián Castella (pinchazo y estocada corta tras aviso: silencio; estocada trasera y desprendida, aviso: leves palmas) Miguel Ángel Perera (estocada, tres descabellos, aviso y se echa: silencio; aviso antes de entrar a matar y estocada trasera: dos orejas). Román (estocada: oreja; pinchazo hondo y descabello: palmas de despedida). Dos tercios (unas 7.500 personas).
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