Un Adolfo Martín por detrás. Sin duda, la corrida mejor presentada y una de las cuatro con interés de todo el ciclo. |
La historia prácticamente se repite pero afortudamente se salió del guión fallero la corrida del Capea, la de los santos Mateo y Pelayo. Por lo demás, València y su afición continuaron siendo víctimas de los caprichos de los feriantes de postín y, vaya casalidad, las tardes que mejor funcionaron fueron aquellas de las que más se alejaron. El serial fallero tan sufrido como era a priori lo sigue siendo en el momento de los balances y conclusiones. Hubo cosas importantes, sí; pero se repitieron los errores de siempre, esos que han venido echando de la plaza definitivamente a los que de vez en cuando pasaban por aquí o hasta no hace mucho eran habituales cada tarde.
A saber, y por no repetirnos, vamos a recordar lo que dijimos al concluir las Fallas de 2010: "El toro de las figuras ha sido vergonzoso. Si esta es la fiesta que dicen defender, apaga y vamonos. Si así son las grandes superproducciones de Simón Casas, mejor lo dejamos. Si esto son los grandes eventos que le gustan a Isidro Prieto, mejor que dimita como responsable de Asuntos Taurinos. Y si la autoridad no es capaz de impedir que les cuelen novillos por toros con defensas más que sospechosas de manipulación, pues lo mismo. Eso o se empieza a exigir el respeto que merece la plaza de toros València." Lo repetimos para que nadie baje la guardia porque los mismos errores se han vuelto a repetir.
Impresentables fueron los de Victoriano del Río, Jandilla, Núñez del Cuvillo o Las Ramblas, y en algunos casos, como el del último hierro, de auténtica puñalada trapera a la fiesta. A ver, preguntó: ¿Esto no les apetece solucionarlo a los del G-10?
Como ya son varios años de timo tras timo lo que no extraña es la cruda realidad de que el papel en toda la Feria de Fallas sólo se agotase en una ocasión, y eso que ahora la plaza de toros de València afora 2.000 personas menos. Sin duda esa ha sido la peor noticia de las Fallas.
Sólo un lleno de no hay billetes, el día de la reinauguración de la plaza, y dos llenos aparentes --17 y 19--, pero sin agotar el papel, es muy pobre balance para una feria que se celebró en una ciudad con récord de asistencia en sus calles. Tal vez fue la crisis, tal vez la subida de precio de las entradas o tal vez el resultado de un espectáculo devaluado y que se ha promocionado a la inversa y así, cuando sale el verdadero protagonista de la fiesta, el toro, la mayoría del público se lo pierde.
Porque el toro salió. Más allá de las aisladas casualidades de Victoriano de Río y Jandilla, que sólo salvaron uno de seis bazofias, hubo cuatro corridas de toros de interés y nota. Por este orden cronológico: Alcurrucén, Fuente Ymbro, San Mateo y San Pelayo y Adolfo Martín.
El interés, el mínimo que se le debe exigir a una corrida de toros, acompañado de la correcta presentación, fue común. En estas cuatro tardes el toro siempre tuvo algo que decir y dio importancia a todo cuanto se le hiciese, salvo que enfrente tuvieran vulgares pegapasistas a destajo, caso de Fuente Ymbro. Pero más allá, a por la nota fueron sólo fueron dos corridas, la mentada de Fuente Ymbro y la de los santos murubes del Capea, que sacaron una media de cuatro de seis sin exagerar.
De las cuatro tardes citadas, la figuras sólo hicieron acto de presencia en una. En la del día 18 de marzo, con lo de San Mateo y San Pelayo. Y claro, experimentados como son El Cid y Miguel Ángel Perera, pues sacaron tajada y abrieron la puerta grande.
Del resto nos quedan los nombres de Leandro (por Alcurrucén) y Alberto Aguilar y Tomás Sánchez (por Adolfo Martín). La pena fue que a la corrida --Fuente Ymbro-- que ha sido premiada como la mejor del ciclo sólo se cortase una oreja.
El cuadro de honor de matadores quedaría así: José María Manzanares, que cuativó a todos con una obra de arte, y Alberto Aguilar, que dio toda una demostración de torería ante los albaserradas, serían los grandes triunfadores. Uno, el alicantino, por ser autor de la mejor faena, y el otro por lograr la oreja de más peso, cobrada a sangre y fuego y que seguro será que más se rentabilizará porque Alberto Aguilar ya se ha convertido en la principal novedad para esta campaña.
Seguirían El Cid y Miguel Ángel Perera, únicos matadores que abrieron la puerta grande en Fallas y que ofrecieron su mejor versión en mucho tiempo, y eso también es de agradecer. Luego Tomás Sánchez, otro ejemplo de dignidad. El de Rocafort, pese a no torear nada, demostró gran capacidad y triunfó con la de Adolfo Martín para reclamar con todo el derecho del mundo que alguien le eche cuentas de una vez más allá de València. En Madrid por ejemplo.
Y Leandro y El Juli cerrarían este cuadro de honor que ha dejado la Feria de Fallas. Uno por apuntar de lo que es capaz y el otro por demostrar que empieza la temporada con la misma rotundidad que dejó la anterior.
Todo lo demás, entre las corridas de toros, paja.
A caballo triunfo claramente Leonardo Hernández. Entre los novilleros con picadores, todo muy justo y correcto, pero sin que nadie acabara por romper y eso hubo bastantes orejas de regalo. Y en los becerristas puerta grande para Jonathan Varea y buena impresión de Francsco Damas y Román.
Por utilizar el símil cinematográfico, que tanto gusta en Simón Casas Productions, a la empresa le va mucho mejor el cine independiente que con las grandes superproducciones con figuritas de pitiminí. Le va mucho mejor con los carteles que mejor caen entre la afición que con aquellos que nadie se quiere perder.
La prueba de que alguien ha explicado esto al revés es irrefutable. Eso o es que el toro encastado de verdad las figuras cuando se cruzan con él es por pura casualidad y se pasan la temporada, empezando por València, huyendo de él.
¿Regeneración o cachondeo?
PS: La plaza de toros de València volverá abrir el día 7 de mayo con el mano a mano ganadero entre Miura y Victorino Martín con Padilla, Ángel de la Rosa y El Cid. Una de cine independiente nomida a los Oscars.
1 comentario:
enhorabuena por el artículo, Andrés.
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