25 junio 2011

la dictadura del taurinismo le ha perdido por completo el respeto al toro

Dos escapadas hemos hecho a Alicante esta semana, a su Fira de Fogueres, para ver los que sobre el papel eran los carteles más rematados del primer ciclo organizado por Serolo. Y otra vez nos hemos topado, para variar, con la dictadura de los taurinos, feriantes de postín, sus figuras y su raquítico y manipulado toro. Lamentable.

Cómo debían ser las corridas seleccionadas por los Matilla, Curro Vázquez o Victoriano Valencia para que la corridita de Garcigrande no pasara completa o se tuviesen que reconocer hasta 18 ejemplares para completar un lote de cinco novillejos de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé.¡En Alicante, donde el toro ya sabemos que el toro no es el de Madrid!

¿Qué son José María Manzanares, Morante de la Puebla o Enrique Ponce en manos de sus apoderados? ¿Meros títeres? ¿O es la fiesta del toro tullido y afeitado hasta las trancas la que dicen defender? Me da que el G-10 son o una pantomima o una panda de tejeros, todavía no lo tengo muy claro.

Lo que sí es que esto no es serio. Vale que Alicante es plaza cómoda, agradable e incluso chabacana en exceso, pero feria tras feria la dictadura de los taurinos sigue cubriéndose de gloria.

La Fiesta es la gran perjudicada por su despotismo; el público pagano, el principal engañado. Y al toro ¡ay, el toro! le han perdido por completo el respeto.

Miguel Lizón en el diario Información fue más claro imposible en la crónica de Juan Pedro Domecq y con Morante y Manzanares en un cartel que tuvo en Palazón a su convidado de piedra y a la postre triunfador tras hacer una gran faena:
No duermen esos pícaros malandrines que han hecho de la fiesta del toreo su campo de Agramante particular y, en ocasiones, chulesco. Los de "provincias", para tales centralistas, sólo existe Madrid, sostienen enardecidos, son unas cándidas crituras de fácil conformar. Luego van los chicos del G-10, esa nueva asociación de matadores de toros, con Manzanares en la Presidencia, y se conjuran en favor de la Fiesta, sin reserva alguna, con el ánimo de recuperar los más caros valores de esa formidable vivencia entre toro y torero, el toreo. Ahora, la cosa pasó a Cultura, pues que sea para bien, pero se está a la espera, a la tensa y esperanzada espera, suspira el aficionado de paciente ilusión, de que la tropa coleteril homenajee al toro como merece y necesita. Como merece y necesita, conviene reiterar, para que el toreo recupere cotas que la picaresca nos arrebató. ¿Se atreverán?

¿Se atreverán? El caso es que ya han perdido demasiadas ocasiones y el listón no deja de disminuir y el respeto al toro íntegro y encastado se ha perdido definitivamente.

Que se cortan orejas a montones, que las salidas a hombros se acumulan en una semana como la que concluye en Alicante, en Granada, Toledo, León, Burgos... Vale, ¿y? ¿Qué aportan? ¿En qué beneficia el triunfalismo barato ante el borrego tullido a la Fiesta de los Toros, espectáculo culto y de tremenda grandeza cuando no se adultera ninguno de sus ingredientes?

Lo planteamos a principio de temporada: ¿Regeneración o cachondeo?

Está visto que todo sigue por la vía del cachondeo gracias a la dictadura del taurinismo, que le ha perdido completamente el respeto al toro y que en las provincianas ferias de junio campan a sus anchas. Por eso, y sirva como detalle, a las figuras tanto les cuesta pasarse por Pamplona, Feria del Toro.

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