22 septiembre 2009

novillero por exceso



No sé si aquello que dijo William Blake de que "el camino del exceso lleva al palacio del saber" puede aplicarse al no menos complicado intento de llegar a ser torero, pero por ahí anda el novillero José Arévalo. Novillero por exceso puede decirse que es el tal Arévalo, natural de Moncada, pueblo de l'Horta Nord.

Excesivo en todo porque sus condiciones se lo permiten, José Arévalo fue capaz de recibir a sus dos novillos, con el hierro de Salvador Domecq, a porta gayola; a su primero darle acto seguido cinco o seis verónicas de rodillas; entrar en quites por faroles; clavar a sus dos novillos la friolera de nueve pares de banderillas; y recibir un par de volteretas y levantarse como un resorte como si tuviese muelles en lugar de piernas. De tan fuerte que va, se queda sin espacio de frenada; y en el toreo ya se sabe, las cosas cuanto más despacio, mejor. Por eso las dudas, que no sé si por el camino del exceso se puede llegar al palacio, digamos, del toreo, o más bien, tanto puede acabar siendo defecto.

Pero ahí anda. En Valencia está en la final del certamen Camino --otra vez-- a Matador de Toros y en Algemesí acaba de cortar tres orejas con la evidente generosidad que se gastan en plena Setmana de Bous estas gentes de La Ribera por toda su hiperactividad torera aunque luego con la muleta el buen segundo, tras quemarlo antes de tiempo, le llegase con pocas ganas de pelea y al quinto lo violentase con tanto revuelo y luego no acertase a mandar. Fueron dos a su primero y una al otro, tras dos certeras estocadas en ambos.

Miguel Giménez, de la Pobla de Vallbona, en Camp de Túria, es novillero más comedido, pero el furor de la tarde, el escenario y la compañía lo acabaron contagiando. Le falta el gusto que intenta imprimir, pero se queda quieto y corre la mano con temple. Se llevó un chasco cuando intentó entrar en quites en el segundo de la tarde, pero Arévalo le dijo que no, que no había habido un segundo puyazo y que no tenía derecho. Con el rabo entre las piernas se tapó y luego lo arregló con un brindis al compañero. Como las circunstancias obligaban, arreó también lo suyo con saludando con largas a su dos novillos, jugó demasido en las cercanías con su primero y se llevó también una voltereta, pero a la hora de matar todo se le hizo cuesta arriba. Luego lo solventó bien con el cuarto, con el que empezó sentado en una silla y se volvió a quedar quieto y sacó recursos. Matar esta vez sí mató y se llevó otras dos orejas de idéntico peso a las que había cortado su compañero.

En el número del caballito actuó el portugués Manuel Lupi, que anduvo profesional pero sin apreturas. El rectágulo de Algemesí, como a casi todos los rejoneadores, se le quedó pequeño. Cortó otra generosa oreja. Una más que sumar al total de la tarde, que fue de seis y todos felices. La novillada de Salvador Domecq tuvo una presencia aceptable, salvo el tercero para rejones, sin trapío, y tuvo fondo aunque estuvo algo justa de fuerzas.

1 comentario:

MaestroValencia dijo...

Arevalo vino a Checa, al pueblo de mi madre este agosto y no me gustó. Como tu dices un exceso....