Vía :: El aficionado cansado |
Falta de autenticidad y falta de emoción.
Y
a partir de estos dos conceptos que son el gran diagnóstico ya podemos
decir mil cosas distintas, pero su mal principal son esas dos frases.
Partiendo de ahí podemos desgranar muchas cosas. Serán, al fin y al cabo
las que nos han llevado a este punto en que nos encontramos.
La
fiesta está herida muy gravemente porque de ella estamos presentado un
sucedáneo, algo insustancial y algo a lo que se han cambiado, incluso,
todos los nombres y el significado de los mismos.
A
lo largo de los últimos tiempos hemos prostituido y digo bien, todos
sus significados, por prostituir lo hemos hecho hasta con su
vocabulario.
Este
mal viene con los tiempos actuales. Nadie, o muy poca gente, está
dispuesta a aprender. Todos queremos ser los mejores y los que lo
sabemos todo sobre todo, y por
eso nos cuesta tanto hacer lo que los aficionados hacíamos: seguir un
proceso de aprendizaje durante muchos años, al lado de aficionados de
reconocido contraste y prestigio que no tiene nada que ver con
aficionados mediáticos o famosos de los que pienso hay que huir como se
huye de la peste.
Falla, por tanto, el
aprendizaje del aficionado y del público. Aquí todo se da por sabido y
por aprendido, cuando ni puede ser así, ni debe ser así. Ello ha llevado
a una divulgación errónea y equivocada de conceptos y de los elementos
básicos que deberían sustentar la fiesta.
Los
medios, ocupados en muchos casos por advenedizos (hoy leía que hablaban
de un “líder” en el mundo del toro y me he escandalizado ante tal
aberración), han divulgado unos conceptos que nada o poco tienen que ver
con la autenticidad y la verdad de la fiesta.
Solo
los muy inteligentes son capaces de escuchar, de aprender o de
reconocer sus limitaciones y solo los muy perspicaces son capaces de ver
quien sabe algo y quien sabe poco de esto. Lo de memorizar el Cossio no
es una tontería cualquiera, y algunos piensan que aprendiendo encastes y
Cossio ya tienen la revalida de los conocimientos en tauromaquia. Craso
error.
(...) Ha fallado pues la divulgación, el aprendizaje en los más jóvenes sobre los cánones, sobre las verdades de la fiesta.
Por otra parte el taurinismo ha ido disminuyendo el riesgo delante del toro (...)
Todo
esto no se ha conseguido en un día. Poco a poco, empresarios, toreros,
ganaderos y taurinismo en general ha ido minando las sólidas bases de la
tauromaquia en detrimento de su autenticidad y han derivado a otro tipo
de festejo, de espectáculo festivo, dónde lo que importa son las
orejas, el divertimiento banal y superfluo, incluso el divertimento
chabacano en detrimento de la emoción y la autenticidad.
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