Luis Bolívar con 'Tomillero' | Foto :: Juan Pelegrín - Las Ventas
La tarde comenzó agarrándose a la piedra y levantándose sobre el asiento de pura emoción, y enrarecida como el tiempo, acabó echándose una larga, profunda y preocupante siesta. Hace 20 años te lo cuentan, con 'Bastonito' por ahí merendándose la muleta sincera de César Rincón y nos echamos un 'pechá' a reír, que dicen por el sur del sur. Del calentamiento global debe cuestión también lo que va del Toro, en mayúsculas, a la siesta.
Y salió 'Tomillero' con poder por arrobas, las casta levantada al estímulo del cite y el carácter indómito cuando hacía presa. La tarde, en su ir y venir metereológico, azotó con las rachas más molestas entonces. Justo cuando Luis Bolívar tenía que hacer los esfuerzos. Qué trago. La historia se podía haber repetido. De nuevo un colombiano con uno de Baltasar Ibán, César.
A partir de ahí la tarde fue preparando la siesta. Dos grande toros. Más todavía por comparación. El lote de Rubén Pinar fue muy de pasar por allí sin expresión alguna más allá de la nobleza y la falta de raza y entrega. El cuarto, tras un nuevo tercio de banderillas en la cumbre protagonizado por Ángel Otero --su segundo para es de premio-- y ser también lucido en varas, echó el freno mano cuando parecía que había toro para hacer faena de 20 muletazos. La torería de Robleño se quedó con hambre. Un tarde para enmarcar la suya. Y el quinto salió del primer encuentro con el caballo como lesionado o muy afligido y no dio para más. A Bolívar le quedaría un quite riesgo en el sexto, cuando la tarde ya dibujaba zetas de siesta. Zzzzzzzz...
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