Fue el llanto de torería de Rafaelillo en el final de un mes de toros. El llanto tras torear despacio a uno de Miura como pocos son capaces de soñar. Faena de verdad desnuda y emoción. Pero para eso hubo que esperar hasta el cuarto de Miura.
Para empezar, un cabreo. El agalgado que abrió plaza se apoyaba en alfileres, tambaleantes sus andares, protestado con razón, se derrumbó al empezar Rafaelillo su faena y estalló el personal cargado de razones. La culpa, toda, fue para el palco.
Le falta celo al cárdeno segundo. Tan grande como fino de todo. Sin exageraciones. Hay que esperarle y tratar de llevarle muy templado. Quiere galopar en el capote de Marco Galán. Ángel Otero y Fernando Sánchez se desmonteran por los palos. Muy fijo, en los remates se sale por arriba. Javier Castaño le saca muletazos lineales. Saca sentido cuando se le quedan más al hilo. La embestida se acorta y lanza el gañafón en mitad de la suerte. Castaño hace el esfuerzo hasta que ya es evidente que el toro no quiere.
De líneas rectas el tercero: ese lomo eterno. Con expresión más de toro. Más pecho, otro gesto. De movimiento cansino y poca entrega. A la mínima que le exigió Serafín Marín, perdió las manos el miura.
Injuriado era miura. Salió y se volvió. Se estiró. Le pegó un repaso a la plaza entera, de un respingo quiso quitarse la divisa. Rafaelillo lo recibe.con una larga de rodillas. Quiere enterarse de todo. Mete el hocico por la tronera, intenta brincar las tablas, la cara arriba en el peto. Trata de humillar.
Rafaelillo brinda al público. De rodillas, por alto. Gesto de torero en el inicio. Distancia y la muleta muy planita. Hunde los muletazos, embarca, los engancha a los vuelos y los remata muy atrás.
Rafaelillo torea despacio a un miura. Lo siente. Un cambio de mano remata otra serie cumbre en redondo. Al natural carga la suerte, templa el toreo, manda sobre la embestida y se rompe de torería. Excede su propia confianza y torea vertical. Ahí, de un pitonazo, le abre la taleguilla y el chaleco el tal Injuriado. Mucha verdad en Rafaelillo, en su toreo. Faena de entregada verdad. Por la mano zurda, el toreo al natural, con mucho vuelo, los muslos por delante y muy embraguetado, se ralentiza. Sentidos son los remates. La entrega total y la torería sin aditivos. Aunténticos naturales a pies juntos. El desplante desnudo. Borracho de toreo. La espada no remata a la primera, sino a la tercera. Y Rafaelillo rompe en llanto de torería sin consuelo y así da la vuelta al ruedo. La verdad del toreo.
El quinto le pega una cornada fuerte a Marco Galán en el primer par de banderillas. Muy certero: al escroto. En el último tercio le exige a Javier Castaño. Lo tiene muy medido. Pero acaba imponiéndose, muy seguro y templado, cuando excusas para abreviar había tenido en forma de dos inciertos parones.
Y el sexto, tal vez excesivamente edulcorado, también fue Miura de muchas opciones. Faltó transmisión y, sobre todo, que Serafín se acoplará. No hubo acuerdo y en cada tanda todo se iba desordenando un poco más, yendo a menos. Y 'Arenoso' se diluía y echaba el cierre a un San Isidro más, siempre tan necesario para el toreo.
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