24 febrero 2008

césar rincón, maestro: gracias

Qué decir, nada más que hoy se despide uno de los mejores intérpretes del toreo eterno y verdad: César Rincón.

“Dulcero” hacía cuarto. Serio, ensillado y veleto; mansón, no sacó fijeza y se movía en su encaste, a arreones. Comenzó a vibrar, y Rincón se fajó. Doblones por debajo de poder. Las primeras series consistían en aguantar la tromba. Largo, de viaje eterno, la muleta se la merendaba. Sería la tercera o cuarta serie, qué mas dará, Rincón adelanta la diestra con el toro a varios metros, cita y pronto el toro, le cuaja un serie enorme de temple y verdad. De mando y mano baja. Era para salir contoneándose de placer. Pero el manso que se ve le había jurado entre algún trago de albero, se le arrancó por la espalda, dándole un tremendo volteretón.

Pasaron varios minutos para que César volviese en sí. Cuando lo hizo, transfigurado y más torero que nunca, sin poder ni andar, lo citó con la diestra al tal “Dulcero” desde veinte metros en el mismo centro del platillo, el toro se arrancó, y le propinó el toreo más obligado, más poderoso, más bello, más necesario y más auténtico que en mucho tiempo se haya visto. La mano abajo, soterrada, la suerte cargada y largo el dibujo, el riesgo auténtico y el arte verdadero. Enorme: la épica e
ra arte. Lo volvió a repetir. Vaciaba las series con de pechos obligados por cojones. Y mató, no había más remedio, a la antigua recibiendo por que era incapaz de dar un paso y el toro tenía, aunque mansón, casta de sobra para tragarse el estoque. César Rincón tocaba el cielo y emocionaba a propios y extraños, y de paso hacía historia.

Era la Feria de Julio de 2005. Por eso y más: gracias maestro.

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