15 diciembre 2010

a mosterín

Mosterín, el filosofo antitaurino, ha tenido la desfachatez de publicar el libro 'A favor de los toros' y como si no quisiera que lo llamasen traidor lo ha acompañado de una faja a modo de aviso en la que pone: "contra las corridas".

Mosterín, e infinidad de antitaurinos, pero él en este caso el primero y por eso a él va dirigida esta entrada, está empeñado en eso, en demostrar su alta moral, su pluscumaperfecta racionalidad, su supuesto superior buenismo y traducirlo en esa posición en la que dice situarse a favor de los toros.

A decir verdad no he leído el libro, aunque tampoco creo que me vaya a perder nada nuevo. Por otra parte en mi posición de lector (como de espectador, oyente o televidente) si algo exijo es respeto, y como no considero que Mosterín tenga a gente como yo en gran estima y yo mismo tenga la sensación de que tipos como Mosterín tratan de situarnos a los aficionados a los toros como bárbaros incultos a la altura del mismo betún, pues la verdad, dudo que las páginas de ese libro me respeten. No iba ahora a cambiar mi opinión un Mosterín, quien recordemos es autor de frases como la que sigue:

"Es cierto que las corridas son tradicionales, pero en España se toman medidas para combatir la violencia contra las mujeres, y eso es más tradicional aún que las corridas de toros", sentenció el filósofo.

La verdad es que no. Y sobre todo sabiendo algo que él desconoce, que la de los antitaurinos y el toro bravo es una relación imposible:

El toro bravo no cabe en la realidad del antitaurino, son una relación imposible. Bien por su acusado y muy humano sentimiento ante el dolor, pero más allá el toro bravo ya no cabe. Le horroriza su muerte pública, la prohíbe y ya. Se olvida. Pero ahí sigue el toro --el toro bravo--, conviviendo con quien lo ha hecho siempre, desde hace siglos, desde hace varios miles de años.

Especie divina o manipulada, el toro bravo ha convivido con el hombre a través de su enfrentamiento. Primero de forma natural, luego natural a la vez que ritual --pura mitología--, y por último solamente ritual: toda una historia de convivencia fundamentada en el respeto de quien es capaz de ejercer tal --evidentemente, el hombre-- hasta el punto de arriesgar su propia vida.

Con el paso del tiempo, hasta nuestros días han llegado diversas representaciones de tauromaquia. La populares en las que el toro se enfrenta a la multitud, digamos que es el ejemplo prehistórico; y la corrida de toros a pie o a caballo, que es la solución reglada de la primera y digamos que es el ejemplo más moderno si por ello entendemos los últimos diez siglos. Su pervivencia actual, además de una anacronismo, puede considerarse un tesoro o también un símbolo de brutalidad.

(...)

Poder si a alguien no se le puede negar en este caso es al toro, el que le es propio desde hace más mil años y el que se ha encargado de preservarle el propio hombre en los últimos cuatro o cinco siglos. Y ese poder es el que le da la razón al toro y a la relación mantenida con el hombre; a su enfrentamiento, que ha devenido en el arte de la tauromaquia --rito y tradición-- donde la vida y la muerte se palpan sin edulcorantes rodeadas de valores como el respeto, la verdad, el valor, la nobleza, la pasión, la entrega, la naturalidad o el esfuerzo por la excelencia, tanto del hombre como del toro, representado como tal, nunca como una pieza de carne ni un ser desvalido al que para existir, vivir y demostrarse como es, e incluso trascender, nunca ha necesitado de estos abogados defensores que le han salido y que conocemos como antitaurinos.


¿A favor de los toros, dice? Pues no, usted no, señor Mosterín, y lo digo con todos los respetos a su recalcitrante y razonada posición, aunque no sé si tanto como la mia, que además de razón va acompañada de pasiones e incontables cúmulos de emociones. Todo muy humano, artístico, cultural, vital y animal.



* * *

José Ramón Márquez, a su manera, también se ha explicado resumiendo muy bien --una frase peliculera le ha bastado-- esa imposible relación del antitaurino con el toro simplemente porque su realidad no es ni será la misma sino se abole la propia naturaleza del toro de lidia. Con que antitaurino y "a favor de los toros", Márquez ha venido a decir:

Como decía el tío aquél de la película Forrest Gump: ‘tonto es el que dice tonterías’

(...)

Ahora va el tío cachondo y da a la imprenta un librito en el que sale el menda haciéndose el ingenioso con que si su libro es sobre los toros y a favor de los toros, que digo yo que qué diablos sabrá este tío de los toros, que a este Pelmazo Superior de Investigaciones Científicas (PSIC) le hablas del toro Tendero, de la ganadería de Cuadrillero, lidiado en Villalón el 26 de junio de 1881, que mató siete caballos e hirió al banderillero El Cabo; o el toro Señorito de Benjumea, berrendo en negro, que luchó en Madrid con un tigre venciéndole; o el Rompelindes de Dolores Monge, que ocasionó la muerte al Cirineo en Madrid; o el Montero, de Aleas que tomó veintiséis puyazos por diez caballos muertos; o el excepcional toro Pajarito, de Arias de Saavedra, al que sólo le pudo poner una banderilla El Chiclanero y al que hubo de matar Montes de golletazo a la media vuelta, sin lograr darle un solo pase de muleta; que el PSIC éste se cree que habla de toros cuando de lo que él habla es de una chorrada a la que él y sus compinches llaman bos taurus, como si eso tuviese algo que ver con el toro bravo, y el simplón se cree que ese bicho es como la vaca de Milka, berrenda en morado, que van los niños a tomar chocolatinas de su lomo.

1 comentario:

Luis omar dijo...

Interesate. Como dice M V LL... Es un libre albedrio, la eleccion democratica se debe respetar. Y a mi me gusta la tauromaquia.